Hay novelas durísimas, ya sea por el tema o el tratamiento de dicho tema. Eso pasa con Canción de tumba (2011), de Julián Herbert (Acapulco, Guerrero, 1971), escritor y poeta mexicano, avecindado desde años atrás en el norte de México, por lo que se le ha ido ubicando como un referente de esta parte del país. Herbert cuenta con varios premios, como el Premio Gilberto Owen en 2003 por su poemario Kubla Kahn, el Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola en 2006 por Cocaína. Manual de usuario y el XVII Premio Jaén de Novela en 2011 y V Premio de Novela Elena Poniatowska en 2012 por Canción de tumba.
Canción de tumba es una novela excepcional que juega con la autoficción. Hay teoría ya muy desarrollada acerca de los géneros autobiográficos, entre los que se pueden contar el diario, las epístolas, los apuntes, etcétera, y desde estas teorías se puede leer esta novela, ya que Herbert juega con diversas posibilidades para componer su obra más renombrada. Canción de tumba es una suerte de autobiografía en la que cuenta los últimos momentos de su madre, quien ha enfermado de cáncer, para ello va a sus propios recuerdos sobre su mamá, quien cambia de nombre en cada pueblo a donde se ven obligados a migrar, y detalla su relación de amor-odio hacia ella.
A lo largo de la novela, Herbert juega con la idea de que lo que cuenta es autobiográfico, pero de pronto dice que parte de lo narrado no es real, sin explicar a qué parte de ello se refiere. Por ejemplo, en la segunda de las tres partes, la más extensa, por cierto, ensaya varias historias sobre La Habana, sobre un personaje muy peculiar, sobre sus aventuras, relacionadas con la política y la cultura tanto en México como en Cuba, pero al final dice que él nunca estuvo en ese país.
Como señalaba al inicio, esta novela habla de cosas tristes, duras, no es gratuito el título de Canción de tumba, así como hay canciones para ayudar a dormir, pareciera que esta obra es una canción para ayudar en el duelo y comprender mejor al hombre en que se convirtió el escritor, los vericuetos de su formación artística, su educación sentimental. Hay que leer esta novela que, a pesar de lo incómodo que puede resultar, es una gran obra.
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