La de hoy no fue una mañana como cualquiera, pese a que los trabajadores del Parque Central y miles de conductores manejaban como almas sin sentido y fueran de un lado al otro dentro de este espacio de tierra, la alegría y el asombro de los niños y sus padres de familia que veían con sorpresa al cielo delataban lo verdaderamente importante de esta fecha.
Aquellos que se tomaron el tiempo, aquellos que salieron de sus casas a disfrutar la vista, aquellos que se reunieron con amigos y seres queridos para observar al cielo, recordarán para siempre dónde estuvieron cuando poco después de las 11 de la mañana, la luna comenzó a entrometerse en el camino del sol.
No obstante, como todo lo que pasa en esta ciudad, terreno bendecido y maldecido por partes iguales, la hazaña de contemplar el fenómeno astronómico que se repite cada ciertas décadas, presentó más dificultades de las esperadas.
Corrientes de chorro polar y tropical en la región noroeste del país, provocaron que las nubes se hicieran presentes durante el inicio y gran parte del desarrollo del eclipse solar total en esta frontera.
Aunque para quienes llevaban sus lentes protectores y los que tuvieron la previsión de tener un telescopio a la mano, no representó un mayor problema; aquellos que esperaban que el eclipse se proyectara en el cielo, se decepcionaron con el hecho de que las nubes, que rara vez suelen presentarse en el cielo juarense, llegaran como un invitado indeseado a arruinar la fiesta del firmamento juarense.
A pesar de ello, llegadas las 12 del mediodía, y conforme el cielo comenzaba a teñirse de tonalidades grisáceas, ya fuera por las nubes o porque la luna había llegado a su punto máximo en relación con el sol, la admiración y el asombro comenzaban a brotar de los rostros de aquellas personas que se encontraban en la terraza del Centro Cultural de las Fronteras.
Las sonrisas, las bocas abiertas, las expresiones de “Mira, mira como está bonito” y de “¡No manches, qué hermoso!” reinaban entre aquellos que volteaban su vista al cielo en el momento indicado: las 12 horas con 25 minutos del 8 de abril de 2024, cuando la luna llegó a su punto máximo en relación con el sol.
Especialistas señalaron que en esta frontera, el eclipse total de sol tuvo un 80 por ciento de visibilidad, es decir, cubrió gran parte del sol, dejando un pequeño “gajo” de luz solar.
Un breve instante, que nunca más volverá a ser visto hasta dentro de 28 años, de acuerdo con estimaciones de medios especializados en astronomía.
El reloj siguió su marcha inexorable y con ella, la órbita rebelde de la luna comenzó a salirse del camino del sol. La luz solar ganó terreno en el cielo juarense e irónicamente, las nubes que reinaron durante gran parte del eclipse, comenzaron a disiparse, como haciendo una burla a todos aquellos que esperaron por décadas la fecha indicada, para que solamente disfrutarán la parte final del fenómeno astronómico.
Pasada la 1 de la tarde, la luna se despidió del camino del sol dejando un último ápice de sombra en su trayecto. Ambos astros, uno que gira alrededor de la tierra y el otro que controla la gravedad a la que estamos inevitablemente conectados, volverán a bailar este hermoso, repentino y efímero vals cósmico hasta el próximo 30 de marzo de 2052.
Sin embargo, alumnos del Club de Astronomía de la UACJ recuerdan con alegría que, para aquellos amantes de observar los secretos que esconde el universo, hay algunos otros fenómenos astronómicos que son iguales de hermosos, pero un poco más frecuentes.
Para la madrugada del 13 y 14 de marzo de 2025, se espera que la órbita de la Tierra quede en medio del Sol y la Luna, que provoca un eclipse lunar o mejor conocida como “luna de sangre” por el tono rojizo que adquiere el satélite natural de la Tierra.
Hasta entonces, y mientras sigamos siendo parte de esta bola celeste que da vueltas y vueltas alrededor del sol, es importante que podamos apreciar aquellos pequeños instantes que nos otorga la naturaleza.
Pese a lo que pudiera pensarse, esta ciudad está llena de pequeños, pero significativos momentos de belleza, endémicos de esta tierra. Solamente, hay que tener la paciencia y el valor de dejar de lado por unos momentos la ajetreada vida de esta selva industrial y abrir un poco más los ojos o simplemente alzar un poco más la vista y dejarnos llevar por esos instantes de belleza juarense.
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