Para los vecinos que habitan entre el viaducto Gustavo Díaz Ordaz, Islas Marqueses, Islas Molokai e Islas Nueva Guinea, en la colonia 16 de Septiembre, transitar diariamente de una cuadra a otra representa un reto difícil de salvar.
Maximila, quien lleva décadas viviendo en ese lugar y que por sus condiciones de salud ya batalla para caminar, salir de su casa y atravesar las zanjas que se abrieron en su calle, enfrenta una misión que forzosamente debe realizar acompañada de su familia.
En los últimos años, ha observado cómo las cuadras a su alrededor han sido pavimentadas con concreto asfáltico, pero la suya todavía permanece en terracería y cada vez que llueve se convierte en un arroyo que desgaja todo a su paso.
Otros habitantes del sector contaron que el agua baja “desde la Montada” y sigue su camino hacia el viaducto Gustavo Díaz Ordaz. La formación del arroyo en este lugar no es nueva, ocurre desde hace años.
De diversas formas han intentado que las autoridades atiendan la calle y que, cuando menos, la emparejen para poder transitar con sus vehículos sin exponerlos a una potencial rotura en la suspensión.
Dieron testimonio de que en años anteriores los esfuerzos por reparar la calle resultaron contraproducentes, ya que trabajadores les cobraban hasta 400 pesos para rellenarla con tierra.
No obstante, tenían tan poca pericia que cada vez que lo hacían desplazaban la tierra de la calle, lo que provocó que el nivel descendiera de manera considerable.
Además, señalaron que el viaducto es una de las vialidades principales para los vecinos de la zona, ya que sirve de conexión con las escuelas del sector, así como para llegar al Oratorio Don Bosco, que está justo detrás de esa vialidad.
El hecho de que quede obstruida cuando arrecian las lluvias genera que vecinos con trocas la utilicen para pasar de un lado al otro a las personas, principalmente a los niños que van hacia las escuelas.
Por si fuera poco, escenas como las observadas en colonias aledañas durante los meses pasados, cuando la corriente se llevó vehículos estacionados, son situaciones que ellos viven cada vez que llueve.
Incluso, los vecinos han preparado sus casas para este tipo de contingencias y entre ellos mismos han designado “zonas seguras” en las que pueden estacionar sus automóviles en sitios por donde no pasa el arroyo.
El arroyo y el daño a la salud
Para vecinas como Gina Quintero, el problema no solo es que el arroyo afecta directamente su derecho al libre tránsito, sino que también representa un riesgo de salud grave para todos los habitantes del sector.
El agua arrastra consigo piedras, tierra, lodo y toda la basura que encuentra a su paso, hasta terminar estancándose en ese lugar.
La situación genera un olor fétido que, aunque ya están acostumbrados, les provoca náuseas y problemas de salud; incluso, desde hace mucho tiempo, evitan abrir sus ventanas para que entre aire fresco, porque solo entra aire contaminado.
El rechazo institucional
Esta no es la primera denuncia dirigida a las autoridades, ya que en repetidas ocasiones se han presentado ante funcionarios municipales para que, al igual que en calles de otras cuadras, les pavimenten la suya o cuando menos emparejen bien el terreno.
Cada vez han sido rechazados; la última ocasión fue en junio, cuando elementos de Protección Civil atendían las incidencias provocadas por las fuertes lluvias al norponiente de la ciudad.
Los vecinos pararon una troca de la Dirección General de Protección Civil y le pidieron que, cuando menos, accediera a revisar las condiciones de la calle, pero la respuesta fue tajante: “Hay colonias más prioritarias que la suya”. Los inspectores de la dependencia jamás regresaron a pasar por esta zona.
Contaron que en días pasados denunciaron una fuga en una válvula ante la Junta Municipal de Agua y Saneamiento (JMAS), cuyo personal comenzó a trabajar, pero únicamente dejó un hoyo en el suelo.
Tras varios días, y luego de que los niños de la zona utilizaron este lugar como alberca, pidieron a las autoridades que fueran a terminar la obra, pero la respuesta fue que “el trabajo seguía pendiente”.
Indicaron que no piden que el Gobierno haga una obra de ingeniería compleja o que evite la formación del arroyo, porque conocen las condiciones del terreno y saben que es casi imposible impedir que el agua pase por aquí.
Pero, cuando menos, quieren que se les regrese su derecho a caminar de un lado al otro de su colonia sin tener que poner su integridad en riesgo.
“Queremos que nos pavimenten y si no se puede, que cuando menos vengan aquí a emparejarnos, ya estamos hartos de tener que batallar para pasar”, dijo uno de los entrevistados.