Con la convicción de ayudar al prójimo, Gabriel García Ramírez se levanta diariamente a preparar alimentos para todo el que busca un plato.
Sabe que la necesidad es mucha y los peregrinos nunca faltan, así que no tiene permitido vencerse por la falta de ganas o la apatía.
Desde hace tres años, se dedica con empeño a atender a personas que transitan por esta frontera. Unos son drogadictos, otros simplemente tienen hambre y los pesos que llegan a traer en la bolsa no les alcanzan para comprarse ni un pan.
Gabriel ha conocido de cerca la necesidad en los últimos años, a raíz de que el problema migratorio se recrudeció en la frontera de Juárez y El Paso.
Ha visto pasar por el comedor que atiende a cientos de personas.
Al igual que ocurrió en otros comedores de la ciudad, tuvo que convertir en albergue el espacio que era destinado solamente para dar alimentos.
Mientras arroja maíz a sus gallinas, platica que son los que más cerca están de los migrantes, porque el inmueble que tienen se localiza a escasos metros del río Bravo, en la colonia Bellavista, donde ven de cerca a los migrantes cruzar con la esperanza de cumplir los sueños que en sus países no pudieron.
Refiere que no se le ha hecho difícil trabajar con migrantes, al igual que lo hacían con personas de Juárez, porque la necesidad es la misma.

Diariamente se brinda alimento a entre 70 y 80 personas, a las cuales se les ayuda no solo con alimentos, sino con ropa y hasta calzado.
Algunos de los que han estado en el lugar, ya se encuentran en el país norteamericano, algunos de los cuales le escriben o le llaman para agradecerle por el apoyo que recibieron aquí.
“Nosotros hemos ayudado a mucha gente de la calle, a la hora que lleguen se les dan sus alimentos, pero el horario es más bien a las 12:00 del día”, anota.
Explica que así como abrazan a los migrantes en sus necesidades, ellos de igual manera abren sus corazones y expresan parte de lo que han sufrido, por lo que llegan a conocer historias aterradoras.
Gabriel recuerda testimonios, en el sentido de que algunas mujeres migrantes que atravesaron la selva del Darien, al ya no poder con el peso de sus bebés que llevaban atados a sus cuerpos, tuvieron que soltarlos en medio del río, para que la corriente no se los llevara a los dos.
“Eso me impactó mucho, porque los niños se murieron, sus madres ya no pudieron cargarlos”, afirma.
Menciona que esa crudeza de la vida le sigue impactando, porque los centroamericanos y otros extranjeros arriesgan así su integridad, con tal de lograr llegar hasta esta zona fronteriza para cruzar a Estados Unidos.
Dice que México es un buen país, de gente que los recibe con los brazos abiertos, sobre todo en Ciudad Juárez, donde se les brinda todo el auxilio que se puede.
“Yo les digo gracias a Dios que ya están aquí, denle gracias a México que los ha recibido, porque México no es malo, es bueno y más aquí en Ciudad Juárez”, sostiene.
Finalmente comenta que hacen falta insumos como papa, arroz, frijol, chile, tomate, cebolla, entre otros productos necesarios para seguir manteniendo el comedor Mirando a lo Alto, Casa de Ayuda.

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