Durante décadas, el municipio serrano de Temósachic fue un vergel que arraigaba a sus habitantes y sus grandes reservas de agua para el cultivo daban prosperidad a sus habitantes.
Ahora sus extensas parcelas lucen abandonadas y solo queda una población envejecida que sobrevive de las divisas enviadas desde el extranjero.
A menos de un metro de profundidad, es posible hallar agua para el cultivo y sus tierras descansadas ofrecen una invaluable oportunidad para la producción agrícola.
Un grupo de empresarios han gestionado ante sus autoridades la llegada de inversiones japonesas para producir y exportar a la tierra del sol naciente.
Humberto Ramos Molina, exdiputado y activista en temas agrarios, ve con buenos ojos que puedan establecerse inversiones niponas o de cualquier otra nación, siempre y cuando se establezcan reglas claras en torno a la explotación responsable de los recursos.
“Requerimos de la gestión de nuestras autoridades para contactar a inversores japoneses que garanticen la supervivencia de este municipio en el que hay reservas suficientes de agua y buenas tierras para el cultivo”, detallan en sus peticiones los habitantes de este lugar situado a 2 mil 200 metros sobre el nivel medio del mar.
Temósachic es un pueblo pequeño de gente mayor y depende mucho del dinero que envían los paisanos, refieren algunos miembros de la comunidad.
Es muy poco el movimiento económico interno que se maneja en el municipio, por ello se requiere de la mística de trabajo y la ética de un país inversor con Japón.