Al rendir su declaración ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), Norma Andrade recordó a su hija Lilia Alejandra como una joven de carácter fuerte que soñaba con ser periodista.
Soñaba, hasta antes de que la secuestraran, torturaran, abusaran sexualmente de ella y, finalmente, la privaran de la vida en febrero del año 2001, cuando tenía apenas 17 años.
“¿Quién era Ale, como le decíamos de cariño?”, preguntó Norma Andrade, ante los miembros de la Corte IDH, la representación del Estado Mexicano y de las organizaciones que la asesoraban en torno a la demanda de justicia para su hija.
“Era una joven alegre de 17 años, de carácter fuerte, inteligente, decidida a lograr sus objetivos”, respondió a su propia pregunta.
Además de esos sueños, escribía poesía, le gustaban el canto, el ajedrez y la oratoria.
“Siempre con una sonrisa en la cara, porque ella decía que si le regalaba una sonrisa a una persona por muy enojada que esta persona estuviera, le devolvía la sonrisa”, dijo Norma Andrade, girando su mirada hacia el techo.
Mencionó que su hija fue madre de dos hijos cuando era muy joven, pero dijo “yo me hago responsable de mi bebé”, y su padre la apoyó.
Al momento de su asesinato, Alejandra trabajaba en una maquila para sacar adelante a sus dos hijos: Jade, de un año 8 meses, y José Caleb de 5 meses de nacido.
Para ese entonces, estudiaba la preparatoria y a la vez trabajaba en la maquiladora, mientras recibía el apoyo de sus padres al absorber los gastos de sus dos hijos.
El plan era que ingresara a la universidad y pudiera cumplir sus sueños.
“Esa era Alejandro”, cerró Norma Andrade.
Dos agentes para atender cientos de denuncias por desaparición
Norma Andrade mencionó que su hija Alejandra salió de su casa el 14 de febrero del 2001 a las 6 de la mañana, como todos los días, para ir a trabajar.
Por lo regular, estaba de regreso a las 8 de la noche, ya que cubría una jornada de 12 horas. Pero aquel 14 de febrero, no llegó.
“A las 8 de la noche yo me voy a la parada a esperar que ya que llegara porque ya se me hacía mucho. Estuve hasta las 10 de la noche. Ale no llegó”, narró Norma.
“Me devuelvo a casa para hablar por teléfono a la maquila, para ver si se había quedado a trabajar tiempo extra como en algunas ocasiones. Me dijeron que no. Que Ale había salido con todos sus compañeros a la misma hora a las 7 de la noche. Para esa hora yo ya estaba enojada, la verdad. Porque ya eran las 10 de la noche y ella no llegaba. Entonces, como era 14 de febrero y en México se celebra el Día del Amor y la Amistad, por eso estaba enojada”, explicó.
Después de confirmar con los compañeros de trabajo de Alejandra si ella había salido del trabajo a su hora habitual, se fue en la mañana del día 15 de febrero a la entonces llamada Procuraduría General de Justicia del Estado a poner la denuncia de desaparición.
“El agente que me atiende me dice ‘señora, han pasado muy poquitas horas. Hay que esperar entre 48 y 72 horas para que se le pueda considerar desaparecida; vaya a búsquela con el papá de sus hijos”, detalló.
Luego, siguió un peregrinar en las comandancias de Policía, en los hospitales, en las delegaciones, con sus amistades sin encontrar ningún resultado.
Contó que, al otro día, cuando interpuso la denuncia en la PGJE, el agente que la atendió le dijo “ay, señora, ¿para qué se hace tonta, si su hija se fue porque ya no la aguantaba? La tenía aquí en un puño, por eso se fue. ¿Ya la buscó con el papá de sus hijos?”.
Ahí, le dijeron que había dos agentes para atender más de 2 mil reportes de desaparición. “Entonces que ellos no la iban a buscar. Como finalmente sucedió”, recordó.
La familia, los amigos y compañeros de Ale imprimieron volantes con su foto y el letrero ‘Se busca’, pero no obtuvieron resultados.
Finalmente, el día 20 de febrero del 2001 en un noticiero de las 6 de la mañana de Ciudad Juárez, habló la señora Marta Barragán muy enojada diciendo que un día antes, el 19 de febrero por la noche, había hablado a la Policía en más de tres ocasiones porque desde la cochera de su casa estaba viendo cómo unos sujetos golpeaban a una jovencita que a lo lejos se veía que estaba semidesnuda.
La Policía llegó dos horas después de que hiciera la llamada.
“A ver si no la encuentran asesinada”, les dijo. Y así fue, el día 21 de febrero, encontraron su cuerpo a unos 500 metros de donde la habían visto por última vez, cuando la estaban golpeando.
La necropsia de ley arrojó que Alejandra tenía entre 24 y 36 horas de haber sido asesinada y que murió de asfixia por estrangulamiento y tortura sexual.
Este 26 de marzo, cuando habían transcurrido 24 años y meses, la Corte IDH sentenció al Estado Mexicano por toda la cadena de irregularidades, omisiones, malos tratos a las víctimas colaterales y ausencia de políticas públicas para atacar la violencia de género en contra de las mujeres.


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