Abusos, indolencia y negligencia
en el Centro Médico de Especialidades
Acceder a un tratamiento médico puede representar la ruina para los pacientes y sus familias, debido a los precios inflados y al cobro de procedimientos y hasta medicamentos que nunca se usaron
Luis Carlos Ortega 11 abril, 2023
Cuando Gabriel vio la factura que resumía el costo de los servicios de hospital por una intervención médica que le habían realizado un día antes en el Centro Médico de Especialidades (CME) de Ciudad Juárez, estuvo cerca del infarto.
En las dos consultas previas que tuvo antes de decidirse por la operación, el médico le había expresado que la intervención para el retiro de un catéter doble “J”, que le habían colocado meses antes en el IMSS tras una operación para extracción de piedras en el riñón, sería de alrededor de 70 mil pesos, incluyendo el uso de equipo que se utilizaría en el proceso.
Nada que ver con los más de 200 mil pesos reflejados en el documento que le estaban presentando, que incluía cobros por servicios, consultas, uso de equipo y medicamentos no solicitados, lo que representaba más de tres veces lo presupuestado inicialmente.
Asustado, pero pensando que se podría tratar de un error, procedió a comunicarse por teléfono con el doctor A. M., médico especialista del CME que lo atendió y realizó la operación, quien le dijo que se iba a comunicar al hospital para “ver qué se podía hacer”.
Esto ocurría a finales de diciembre de 2022, y fue entonces cuando empezó el calvario que él y su esposa vienen arrastrando desde ese momento hasta la fecha, ante la imposibilidad de liquidar el adeudo que le resta cubrir.
“En el seguro me habían programado la operación para noviembre, pero me la cambiaron luego a febrero. Como yo ya traía muchas molestias, decidí operarme por fuera y por eso fui al Centro Médico de Especialidades”, comenta entre molesto y arrepentido.
El seguro de gastos médicos mayores con el que cuenta por parte de su trabajo, pagó el tope del crédito que le fue autorizado, pero no alcanzaba a cubrir el monto total de lo que le estaban cobrando, por lo cual él tenía que hacerse cargo de liquidar los casi 100 mil pesos que aún quedó debiendo.
“El doctor me dijo que iban a ser alrededor de 70 mil pesos, y como por el seguro de gastos médicos me autorizaron como 137 mil pesos, pues dije ‘adelante’”, comenta.
Abuso tras abuso, cobro tras cobro
En su testimonio, Gabriel expone que el médico le dijo que el hospital contaba con el equipo láser que se usó para la operación, pero a la hora del cobro vio que le estaban incluyendo 65 mil pesos por la renta de ese equipo, más 40 mil pesos por el uso de unas almohadillas, entre otras muchas cosas.
“También me estaban cobrando dos mil pesos por medicamentos que yo no pedí y no me dieron, y otros dos mil por una supuesta consulta de otro médico que nomás llegó para avisarnos de unos resultados previos a la operación; mi esposa le dijo que yo no lo necesitaba porque eso me lo estaba tratando en el IMSS, pero no nos hicieron caso y lo anexaron al cobro. Eso, entre muchas otras cosas que nunca me notificaron”, manifiesta con desánimo.
Solo por probar, unos familiares hablaron por teléfono al CME para solicitar el precio de una operación de catéter como la realizada a Gabriel. El precio que les dieron en ese caso fue de alrededor de 80 mil pesos.
Y el problema es que en la intervención, a Gabriel le colocaron otro catéter porque presuntamente le encontraron restos de piedras que debieron retirarle.
Esto implicó además programar una nueva operación para su retiro. Una intervención que, por supuesto gestionó ante el IMSS, con fecha programada tentativamente para abril próximo.
Una batalla contra el abuso
“Lo malo es que tuve que firmar un pagaré en blanco como requisito para poder ingresar, que supuestamente me tienen que devolver cuando la aseguradora les pague a ellos. Supuestamente eso se resuelve para este 27 de marzo, para asegurarse que se realizó el pago y que me devuelvan ese pagaré”, señaló.
Eso fue lo que en la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) –a donde él y su esposa acudieron para tramitar su caso– le dijeron que hiciera, a reserva de tomar otras acciones en caso de que esto no ocurra.
Pero por ahora su economía y su calidad de vida se han deteriorado a la par, pues el hecho de tener que esperar a que se le retire el catéter, le ha significado ya un constante y muy molesto estado de infección urinaria que debe mantener a raya a base de tratamientos y medicamentos que, en gran parte, debe pagar de su bolsillo.
Cobrar más de 200 mil pesos, cuando el costo promedio es de 25 mil
Cabe señalar que, de acuerdo a un sondeo de precios, se pudo constatar que el costo de una operación como la realizada a Gabriel se cotiza a un precio que oscila entre los 12 mil y los 25 mil pesos, dependiendo del lugar y lo complicado del procedimiento a realizar.
El caso de Gabriel es uno de entre muchos que están ocurriendo en años recientes, en una situación en la que el nombre del Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez es recurrentemente mencionado al igual que el de otros hospitales privados del país y la ciudad, como una institución en la que el mercantilismo parece estar desplazando a la ética médica.
Esto, a base de cobros excesivos o injustificados en numerosos casos, de los que solo se sabe cuando la persona está dispuesta a hablar o denunciar.
Regular la medicina privada, por altos precios
Luis Fernando Hernández Lezama, presidente del comité técnico de la organización “Soy Paciente”, da cuenta del excesivo incremento que en nuestro país ha tenido la llamada “Inflación Médica”, que en los últimos años casi se ha triplicado, lo que implica ya una urgente necesidad de que los servicios médicos privados sean regulados.
Según esta organización, se trata de un fenómeno del que nadie habla porque hasta ahora, por omisiones legales, los hospitales no están obligados a publicar sus precios antes de brindar un servicio.
Datos de El Economista, correspondientes a marzo de 2022, destacan que los “gastos de bolsillo en salud” se dispararon a más del doble del promedio registrado por los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Cobros excesivos o dobles cobros
Pero si a eso se suma la tendencia detectada por la Profeco por parte de hospitales, clínicas y consultorios médicos particulares, de aplicar cobros excesivos o dobles cobros a sus pacientes por uso de equipo, estudios y medicamentos que en muchas ocasiones no reciben en realidad o los reciben sin necesidad de ello, la afectación al bolsillo del particular puede llegar a ser devastadora.
Durante 2021 y hasta mediados de 2022, la Profeco había recibido un total de 89 quejas en contra de los prestadores de servicios médicos particulares por cobros excesivos o no justificados realizados a pacientes en situación de emergencia o de atención primaria.
Las quejas incluían, además, la negativa de la institución médica de hacer entrega de los estudios realizados, así como facturas y, en dado caso, los reembolsos correspondientes.
En 80 por ciento de los casos en donde se logró un acuerdo conciliatorio, la Profeco reportó en ese lapso, un total de 447 mil 689.70 pesos recuperados a favor de los consumidores, con 20 por ciento de casos en los que no ha habido solución.
Chihuahua a la cabeza de los abusos
En una intervención durante la conferencia matutina del presidente López Obrador del 29 de septiembre de 2021, Carlos Hernández Islas, director general de Contratos de Adhesión, Registros y Autofinanciamiento de la Profeco, destacó que, además de la CDMX, el estado de Chihuahua, junto con el Estado de México, Guanajuato, Morelos y Jalisco, encabezaba la lista con el mayor número de quejas en este rubro.
Desde 2021 la Profeco ha informado de algunas de estas irregularidades al señalar que se ha detectado la prescripción de estudios innecesarios, diagnóstico de enfermedades distintas a las reales y abusos en cobro de medicamentos o instrumental, por parte de diversas instituciones médicas privadas, entre las que figuran varias del estado de Chihuahua.
Y eso sin contar la cifra negra que corresponde a una inmensa mayoría de casos no denunciados o no dados a conocer.
Lo que es evidente, según Hernández Lezama, es que el sector requiere de un urgente ordenamiento para contar con mecanismos de transparencia que permitan al paciente elegir la mejor opción para el cuidado de la salud.
Para Gabriel, afectado por los cobros excesivos y no justificados que le están realizando en el CME, lo que debería hacerse es que se establezcan mecanismos que obliguen al hospital a entregar, de manera previa a un internamiento o intervención, un presupuesto por escrito.
Que incluya lo que a uno le van a cobrar, lo que le van a hacer, y qué pasaría en caso de una emergencia, y si eso significaría utilizar equipo más sofisticado. Explicar en cuánto puede eso incrementar el costo, todo previo a la cirugía, ¿verdad? Porque a mí no me dijeron nada de eso”, manifestó.
En carne propia: neligencia, humanismo deficiente
Rafael, maestro de profesión con una larga trayectoria en el ámbito local, también tiene mucho qué decir respecto a la atención de que fue objeto en el CME.
Ingresado de emergencia un sábado por una fractura expuesta de tibia y peroné que sufrió en una caída dentro de su vivienda, no fue sino hasta el lunes por la mañana en que recibió la atención que debieron darle al momento de su ingreso para prevenir todo riesgo de infección.
En su caso, el problema no fue el cobro, porque la institución educativa para la que trabaja se encargó de ello. Pero en su lugar tiene mucho qué decir con respecto a la calidad de la atención de la que fue objeto, a la que calificó de poco humana y deficiente.
“Me tuvieron ahí esperando con medicamentos para el dolor y antibiótico, pero no me hicieron el procedimiento de aseo que debieron hacerme desde que llegué; con los huesos expuestos, primero tuve un tiempo de espera en contacto con la tierra y la suciedad del piso antes de que llegara la ambulancia. Y después en el hospital hasta el lunes por la mañana. Eso me tuvo en riesgo de una infección que por mi edad, no hubiera podido superar”, manifestó.
El respeto al paciente no existe
De acuerdo a los procedimientos, posterior a la aplicación de un anestésico, se debió proceder de inmediato a la limpieza de la herida y los huesos fracturados, con el uso de jabón y cepillado, junto a irrigación con suero fisiológico o agua que, en algunos casos, puede o debe incluir el examen de la cavidad medular, según le explicó posteriormente un amigo médico.
Para Rafael, ese procedimiento se lo hicieron cuando ya habían transcurrido más de 30 horas del accidente.
Después de una primera operación para acomodar la fractura, fijar los huesos (lo que requirió el uso de tornillos) y la inmovilización de la pierna, Rafael tuvo un periodo de recuperación en el que sufrió una fuerte infección urinaria.
Su amigo médico le explicó que eso era debido al uso de anestesia general, que hace más lento el funcionamiento de la vejiga con mayor duración de la orina en el organismo, por lo que le indicó que para la segunda operación solicitara que la anestesia le fuera aplicada localmente, lo cual hizo.
“Me traían en silla de ruedas y fueron a dejarme en un cuarto detrás de una cortina, por lo que la persona a la que le pedí que me aplicaran la anestesia de la pierna para abajo y el anestesiólogo no se dieron cuenta que estaba ahí”, relató.
Luego narró cómo el anestesiólogo se expresó de manera irrespetuosa hacia su persona, manifestando que ese procedimiento era más tardado, que no tenía tiempo y que le iban a aplicar anestesia general como la vez anterior.
“Le pedí a una enfermera que me ayudara a alcanzarlos y les dije que los había escuchado y que exigía que me aplicaran la anestesia como el médico me había recomendado. Y además de decirme que cómo creía yo que iban a hacer eso sin consultarme, todavía intentaron convencerme de aplicarme anestesia general, lo cual no acepté. Tuvieron que hacerlo como les dije, nomás porque me di cuenta antes, si no quién sabe, y quién sabe a cuánta gente le hacen esas cosas”, expresó.
El caso de Paula y su esposo es auténticamente dramático
Todo empezó la noche del 16 de diciembre de 2022, cuando su marido comenzó con accesos de tos y dificultad para respirar, por lo que lo trasladaron al área de urgencias del CME, a donde ingresó a las 11:00 de la noche.
Sin revisarle la presión –que después resultó que llevaba al tope– ni los signos vitales, el médico a cargo le diagnosticó un espasmo de tos, y tras administrarle oxígeno, controlar los accesos de tos y prescribirle medicamento, lo dieron de alta a las 3:30 de la madrugada.
“Como a las 11:00 de la mañana me llama mi hija al trabajo, y me dice que mi esposo estaba tosiendo sangre y no podía respirar. Salgo del trabajo, llego a mi casa, lo veo que está jadeando, y me lo llevo otra vez a urgencias del CME y ahí me dicen que había tenido un infarto”, señala.
Doscientos mil para empezar
Lo que vino luego fue el anuncio de que lo tenían que operar, no sin antes hacerle un cateterismo para destaparle las arterias, y que para eso tenía que depositar 200 mil pesos.
“Como si uno los trajera en la bolsa. Yo casi entro en shock nervioso. ¿De dónde saco 200 mil pesos?”, pregunta con ironía.
Dice que lo que más le molestó en ese momento fue que le preguntaron que desde cuando había empezado a sentirse mal; y al explicarles, le preguntaron irónicamente que a qué hospital lo habían llevado y “que no lo habían detectado eso antes”.
“Pues aquí con ustedes, que no le tomaron los signos vitales y lo mandaron de regreso a la casa”, les respondió.
Como pudo, negoció el ingreso de su esposo para que se iniciara el procedimiento, y a partir de ahí se sucedieron una serie de situaciones, la más alarmante de las cuales fue la ineptitud del doctor A. O. A., primer médico que lo atendió durante el procedimiento de cateterismo.
Su esposo se puso muy mal y en riesgo de morir durante el procedimiento, mientras el personal y el médico a cargo no hallaban qué hacer cuando la situación se salió de control, según supo después.
De no ser por la presencia del cardiólogo C. P. que en ese momento realizaba una intervención en otra área del hospital, su esposo no hubiera sobrevivido.
Una intervención que nunca se realizó… medicamentos no entregados, pero cobrados
“Él fue el que rescató a mi marido de la muerte. Después supe por otro cardiólogo con el que me atiendo que en realidad no le hicieron el cateterismo, que, porque había riesgos de obstrucción de arterias, nomás entraron y salieron; pero de todos modos lo cobraron como si hubiera sido un procedimiento integral”, comenta, controlando un primer acceso de llanto.
El costo que tuvo ese procedimiento angiológico ascendió a un total de 55 mil 248 pesos.
A unos meses de haber vivido esta experiencia y enfrentar un desglose de cobros excesivos o no justificados que incluyeron también la dotación de cajas de medicamento vacías y semivacías, y medicamentos no entregados pero igualmente cobrados, más la resistencia a proporcionarle facturas y estados de cuenta con el desglose de los cobros realizados, Paula aún siente que la situación no ha terminado.
Esto, porque además, tuvo que endeudarse y vender bienes para poder solventar todos los gastos del hospital.
Lo que importa es generar cobros adicionales
Entre indignada y decepcionada comenta que, tras someter a consideración el caso de su marido con un cardiólogo amigo, pudo darse cuenta de muchas cosas que no hicieron o hicieron mal, pero que representaron cobros adicionales y pormenorizados al máximo.
Un ejemplo fue el uso de un respirador mecánico que su marido ya no necesitaba porque había recuperado para entonces gran parte de su capacidad respiratoria, pero que le obligaron a usar porque estaba ordenado por el médico.
“Mi esposo ya se estaba ahogando con el ventilador mecánico, y estuve insistiendo hasta que un enfermero me hizo caso y desconectó el aparato. ¿Por qué se entercaron en conectarlo? Pues para también cobrarlo, y aquí está, mire, eso cuesta 4 mil 29 pesos, más aparte la mascarilla con ventilación, otros dos mil pesos por noche”, manifiesta con enojo, señalando la cantidad entre la numerosa serie de cifras que componen el estado de cuenta.
Presupuesto inalcanzable de una cirugía peligrosa
El colmo fue el presupuesto que le hicieron para la operación de corazón que el cardiólogo del CME le dijo que era necesario realizarle a su esposo.
Una operación de dos horas con intervención del cirujano, un ayudante, un anestesiólogo, cuatro días de habitación, dos días de terapia, estudios preoperatorios, exámenes de laboratorio, radiografías de tórax y electrocardiograma, más el uso de equipo especializado.
Todo por un costo de 580 mil pesos que, por supuesto, debería pagar de manera previa a la intervención quirúrgica.
¿Sabe qué me dijo mi cardiólogo de cabecera cuando le dije de esto? Que ni se me ocurriera aceptar porque el rendimiento que tenía el corazón de mi esposo era de 40 por ciento y no iba a soportar la operación. En su lugar, me sugirió un tratamiento y una rehabilitación cardiaca, algo que jamás mencionó el cirujano del hospital”, comenta con una expresión que denotaba el desamparo que sintió entonces.
“Siempre sentí que era como una mentira por la forma en que ellos reaccionan; le dan un tratamiento médico a la gente, pero no tanto para atenderla, sino para abusar, lo cual me parece muy delicado por parte de médicos que hicieron un compromiso ético de ayudar y salvar la vida de la gente, y que nomás te vean como los próximos 600 mil pesos que te van a cobrar”, afirma mientras controla un último amago de llanto.
El CME es solo un arrendador: Oronoz
Aduce que es responsabilidad de los médicos especialistas
Franco Abdul Oronoz, administrador general del CME, al respecto señaló que el hospital es arrendador del espacio y servicios de personal, como sucede con enfermería, pero no tiene injerencia directa en las decisiones médicas tomadas por los especialistas. Aunque sí avaló la calidad profesional de los mismos.
“En promedio tenemos 650 pacientes mensuales internados, que son sometidos a procedimientos quirúrgicos o tratamiento médico”, expresó, destacando que el mayor nivel de atención se da en el área de ortopedia y cardiología.
Respecto a las denuncias arriba señaladas, pidió conocer los datos concretos de los pacientes y las fechas en que fueron atendidos, a fin de identificar las razones que llevaron al personal médico a cargo, a tomar las decisiones que ahora son motivo de quejas y señalamientos.
Indicó que solo conociendo los datos concretos de cada caso, el hospital estaría en la posibilidad de explicar las razones de los diagnósticos, factores de atención brindada y presupuestos ofrecidos, lo que, de otro modo, dejaría en duda e indefensión al personal médico señalado.
En el caso de Rafael, paciente que fue atendido por fractura, a quien sí reconoció como todo un profesional por la atención que le brindó luego de pasar horas de espera para la limpieza de huesos y heridas, fue a un médico de apellido Cobián.
De acuerdo a Rafael, este ortopedista no estaba en servicio cuando él fue internado, por lo que fue primeramente atendido por el médico de guardia en urgencias, quien no pudo localizar al ortopedista sin saber que en ese momento estaba de vacaciones, según supo después.
“El domingo se enteran que el ortopedista estaba fuera de la ciudad y entonces localiza a Cobián, una persona amable y de buen trato, que me atendió ya por la tarde y preparó mi cirugía para el lunes”, comentó.
Señaló que, no obstante, estuvo desde el sábado en la tarde hasta la mañana del lunes con los huesos expuestos sin que le hicieran limpieza, tiempo en el que le dieron analgésicos y antibióticos, sin siquiera retirarle el pantalón ensangrentado que llevaba.
“Al médico de urgencias lo llamé varias veces durante la noche del sábado y la madrugada del domingo, pero terminó por ignorarme; simplemente no respondía a los llamados que le hacía por medio de las enfermeras y después de eso nunca lo volví a ver”, reclamó.
Su indignación surgió cuando posteriormente otros médicos le explicaron que esas fracturas deben atenderse en un máximo de tres horas por el alto riesgo de infección.
“Por eso, la primera cirugía del lunes consistió en un lavado profundo de los huesos expuestos, yo estaba consciente y lo vi, así como algo que llamaron fijación externa. Nadie pareció darse cuenta de la gravedad de mi fractura y sólamente vi desfilar muchísimas enfermeras, pero ningún médico, hasta que llegó el doctor Cobián en la tarde del domingo”, indicó.
Investigación: Luis Carlos Ortega
Edición: Guadalupe Salcido
Corrección: Jorge López Landó
Diseño e ilustración: Regina García
Desarrollo web: Raúl Granados
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