Lidiar con la burocracia y desembolsar dinero para pagar impuestos cuando la economía es limitada resulta frustrante. No hace falta sumar agravantes a la experiencia de acudir al edificio de la Presidencia a realizar trámites; por desgracia, para desmoralizar aún más a los juarenses, estos deben lidiar con un desolado paisaje repleto de desechos.
El edificio se encuentra entre las calles Ingeniero David Herrera Jordán, Francisco Villa y General Rivas Guillén. A simple vista se aprecia la basura en la calle, en las vías del ferrocarril, en las bancas y en las banquetas. Hay también algo de agua acumulada y manchas de aceite. Incluso el frío de la temporada se siente sucio.


Se podría hacer un catálogo con todo lo que se encuentra esparcido sobre la avenida Francisco Villa: ropa, zapatos, perros callejeros, botellas de refresco, rastros de orina, botellas de refresco con orina dentro, bolsas, envolturas y algún tambo improvisado rebosante de desechos. Decenas de migrantes se encuentran también ahí, expuestos a alguna infección en medio de tan insalubre espacio.
La respiración deja de ser un acto inconsciente e involuntario, pues los malos olores la convierten en una actividad pesarosa. En las personas se exhiben miradas hurañas y andar apresurado. Algunos esperan el transporte público con impaciencia, como si eso pudiera acelerar el servicio para poder salir de esas calles lo antes posible.


Resulta curioso observar a las personas esperar el transporte al borde de las banquetas cuando justo atrás del edificio de la Presidencia se encuentra una estación de abordaje, pero no hace falta más que acercarse un poco para darse cuenta de que esta se encuentra tomada por los choferes de la resucitada línea Tierra Nueva. Ahí podemos verlos coordinar sus salidas, limpiando y dando mantenimiento a las unidades.
José Luis, el encargado de monitorear la actividad de la Tierra Nueva dijo que por semanas nadie ha recogido la basura sobre la avenida Francisco Villa. Da la impresión de extrañar al trabajador del Municipio que solía llevarse los desechos de aquella calle en su modesta motocicleta.


Recuerda José Luis que aquel justiciero de la limpieza se hacía presente diariamente, después aleatoriamente algunos días, y así hasta no aparecerse en semanas y dejar que la basura poco a poco llenara el vacío de su ausencia.
“Había una persona de una moto que se encargaba de recogerla, y nosotros le estábamos pagando para que viniera por ella. La otra vez vino un camión recolector y se la llevó toda, pero no dijo si iba a volver y ahorita ya tenemos dos semanas que nadie viene por la basura”, relató José Luis.
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