Cuando veo de nuevo o hago el revisionado de alguno de los episodios de la serie Mad Men (2007-2015), a menudo pienso en John Cheever (1912-1982). Sé que no es algo original, pero es cierto, la atmósfera que se deja respirar en esta serie de los publicistas neoyorquinos le debe mucho a este escritor estadounidense e incluso en uno de los capítulos se ve dicho homenaje cuando Donald Draper está leyendo el libro The Stories of John Cheever.
En esta ocasión quisiera hablar del cuento “El nadador” (“The Swimmer”) publicado en The New Yorker en 1964.
En este texto se narra la historia de un hombre, Neddy Merrill, que se encuentra en una fiesta, en pleno verano, y que decide algo original: regresar a su casa nadando en cada piscina que se encuentre en el camino. Este recorrido lo bautiza con el nombre de su esposa: Lucinda, el río Lucinda. Durante la narración nos enteramos de que está casado y tiene hijas, pero que también algo ha sucedido con su situación familiar y económica.
A través de la voz narrativa se explica que el recorrido de doce kilómetros desde donde se encuentra hasta su casa no es una simple evasión. Hay un pasaje clave para leer el cuento: “No daba la impresión de que hubiese transcurrido más de una semana. ¿Le fallaba la memoria o la tenía tan disciplinada contra los sucesos desagradables que llegaba a falsear la realidad?”.
Durante esta odisea en el condado, el protagonista se encuentra con diferentes grupos de personas, diferentes piscinas, alguna vacía, algunos amigos de la familia, algunos vecinos que los invitaban, pero con los que nunca iban, una pareja de ancianos y quien en algún momento fue su amante. Conforme avanza el viaje, se siente más cansado, con frío, algunos conductores se burlan de él cuando camina por la calle, vestido solamente con un bañador y descalzo. Aunque está en el verano, ve señales en los árboles y en las estrellas de que está en otra estación, es como si ese desfase estuviera en su mente y no en la naturaleza, por eso escucha pláticas a sus espaldas acerca de su situación familiar y económica.
Quizá a veces estamos como Neddy, en una estación otoñal, con un aire más triste y melancólico y por eso queremos regresar al verano, al remanso que provee la piscina y el calor atemperado por las aguas.
*Los comentarios del autor son responsabilidad suya y no necesariamente reflejan la visión del medio
