Nada más para llegar a su escuela, José Alejandro Dionicio Serrano camina todos los días 40 minutos. Previamente se le va otra cantidad similar entre la espera y el traslado en el transporte público, el que utiliza para acercarse un poco más a su destino.
El adolescente de 16 años vive en Urbivilla del Prado y estudia el segundo semestre en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Chihuahua (Cecytech 23), sobre la calle Margarita Flores de la colonia Portal del Roble.
La insuficiencia de cobertura y de unidades de transporte público complican la movilidad de José Alejandro, pese a que origen y destino se encuentran en una misma zona: el suroriente de la ciudad. Ahí, la prestación de servicios públicos y el equipamiento urbano colapsaron ante la conjugación de una alta demanda y la falta de densificación en el uso del suelo.
Donde él vive y camina a diario continúa llenándose de más industria porque el nearshoring pide cercanía con el mercado estadounidense y al mismo tiempo detona proyectos de vivienda. Así ocurre en todo el corredor Talamás Camandari que se extiende hasta el límite oriente de Juárez.
Lo que batalla por la mañana, lo vuelve a sufrir a la una de la tarde, cuando terminan sus clases y debe de regresar a casa, donde vive con su madre y un hermano mayor, todos originarios de Tierra Blanca, Veracruz. Como allá no hay trabajo y acá sobra, hace dos años dejaron la tierra natal y ahora su madre es guardia de seguridad en BRP (Bombardier Recreational Products) la transnacional canadiense armadora de vehículos todo terreno que posee tres plantas en esta frontera.