La violencia sostenida que se ha vivido en Ciudad Juárez durante la última década ha heredado una generación de adolescentes enfermos de angustia y depresión, propensos al suicidio.
Cada día en esta ciudad 44 jóvenes en edad de secundaria y preparatoria intentan quitarse la vida y otros 130 lo piensan, revela Óscar Armando Esparza del Villar, especialista en Psicología de la Salud de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
En un estudio realizado en 2017 por la UACJ y el Centro Familiar para la Integración y Crecimiento A. C. a 2 mil jóvenes juarenses, el 35 por ciento, -más de la tercera parte-, reportó ansiedad, mientras que el 30 por ciento presentó síntomas de depresión.
Esparza del Villar agrega que la depresión y la ansiedad, así como las tendencias suicidas son más comunes de lo que las personas se imaginan, situación que es preocupante debido a que la idea de la muerte está muy marcada entre los adolescentes.
“Eso es para poner atención en los adolescentes, se supone que a esa edad es cuando uno se la pasa más padre, es cuando uno se divierte, tiene nuevos amigos, empieza con los noviazgos… estás más interesado por vivir y ahorita está ocurriendo lo contrario”, plantea.
En la escuela es común que hablando con chavos y gente que se acerca comenten casos de personas que han intentado suicidarse y los papás ni se dan cuenta. A veces se toman pastillas y se despiertan al día siguiente y no pasa nada, dice el especialista en psicología de la salud.
La vida no vale nada
El impacto que la violencia social tiene en la salud mental de los jóvenes es uno de los factores que estarían encaminando a los adolescentes hacia el suicidio, por la exposición que se tiene a la muerte.
Hay muerte en los medios de comunicación, en las redes sociales, está cercana a los amigos, a los conocidos y a la familia. En una ciudad como esta en la que la violencia está normalizada y la vida carece de valor, ante el alto número de homicidios y los altos índices de impunidad.
En Ciudad Juárez cada 7 horas a una persona se le arrebata la vida de manera violenta, así ocurrió en 2018 año en el que 1 mil 245 ciudadanos fueron asesinados. El repunte de homicidios retornó a esta localidad a ocupar los primeros lugares de las ciudades más violentas del mundo.
En ese entorno de violencia se registran los suicidios que el año pasado, según datos de la Fiscalía General del Estado, en la Zona Norte alcanzaron las 106 víctimas, de los cuales 85 fueron hombres y 21 mujeres, 4 de esas 106 víctimas fueron adolescentes entre los 13 y 17 años de edad.
En lo que va de 2019 son 15 personas las que se han quitado la vida, de las cuales 12 eran hombres y 3 mujeres.
Familias que matan
Pero junto a la violencia social se desencadena otra que causa mayores estragos en la salud mental de los jóvenes: la violencia intrafamiliar, advierte el doctor en Psicología de la Salud, Óscar Armando Esparza del Villar.
Casi todo los chavos tienen que ver con problemas con la familia. Uno de los rasgos que predicen el suicidio es la falta de relaciones sociales, es decir que no tiene amigos o no tiene una relación cercana con la familia, cercana me refiero a que se conoce al joven, a que se platica, se sabe lo que le preocupa, es una relación profunda, dice.
El especialista asegura que la violencia entre parejas o en la familia afecta principalmente a niños y jóvenes, en su estado de ánimo, como consecuencia se deprimen y aparecen los síntomas de ansiedad.
Los estudios realizados revelan que la violencia intrafamiliar está afectando a los jóvenes mucho más que la violencia social, agrega.
En Juárez la violencia intrafamiliar se conjunta con la crítica situación económica de las familias, en las qu etodo mundo se ve obligado a trabajar y se descuida a los niño; aunque los dejen con los abuelos se les descuida, menciona.
Existe también el factor de las familias compuestas, es decir, los niños son hijos de padres diferentes y por lo general los mayores son expulsados de los hogares porque estorban.
“Son hijos de papás que no conocieron, que se integran a una nueva familia y de repente el hijo mayor estorba, no se le presta atención o le dicen que ya crezca para que se vaya, situaciones que vuleven las relaciones familiares complejas. No hay quien quiera a esos muchachos y crecen descuidados”, dice.
El futuro
Actualmente presenciamos una generación de jóvenes sin atención, faltos de amor y con sentimiento de rechazo que crecen sin padres porque le han matado a uno o a los dos o porque no están en su vida aunque cohabiten bajo el mismo techo.
Esparza del Villar insiste en que es impactante lo que sucede en esta frontera ya que el instinto natural de cualquier persona es sobrevivir y aquí no está ocurriendo del todo con los niños y adolescentes porque están creciendo enojados con la vida.
Esta peligrosa situación se combina con otros defectos: la intolerancia y la desconfianza hacia la gente.
“La comunidad juarense era una comunidad noble, de ayuda, de confianza y todo esto nos está llevando a estar más desconfiados, intolerantes, lo vemos en los puentes internacionales, en donde hay agresiones constantes, por ejemplo. Antes todo este estrés no nos llevaba a pegarnos, ahora sí”, dice.
Ya no es el Juárez de antes, las personas se volvieron ariscas, viven a la defensiva, parece que la ciudad se convirtió en una jungla en la que se debe sobrevivir, explica.
“Aunque no sea peligrosa todo mundo ve enemigos, a la gente le es más difícil confiar… ya no somos el Juárez que antes éramos nos estamos convirtiendo en este tipo de ciudad grande donde cada quien ve por sí mismo y no se preocupa por los demás”, advierte
Muerte, muerte, impunidad
En esta ciudad en la que se está arraigando la cultura de la muerte pareciera que a nadie le preocupa atender lo que le afecta a los jóvenes, ir al fondo de lo que los está enfermando y atenderlo para que ya no siga creciendo.
Dada la tendencia suicida y los altos niveles de depresión y ansiedad provocados en gran parte por la violencia social y la intrafamiliar es importante arrancar campañas que le permitan a la gente entender la importancia de la vida, recomienda el especialista en salud mental.
“La vida no es cualquier cosa, hay que valorarla, romper con lo único que escuchamos: muerte, muerte, muerte, impunidad, impunidad”, insiste.
¿Qué hacer?
Los índices de suicidio, la ansiedad y la depresión en niños y adolescentes juarenses puede revertirse.
La sociedad organizada, la academia y el gobierno debieran trabajar en varios sentidos: enseñar a los jóvenes a tener relaciones románticas sanas, enseñar a los padres a ser buenos padres, implementar el esquema de las familias sustitutas y la creación y difusión de campañas intensivas para contrastar la cultura de la muerte y la importancia de la vida, plantea Esparza del Villar.
Respecto a las relaciones románticas dice que la formación debe ir más allá de enseñarles cómo evitar embarazos o enfermedades de transmisión sexual.
Debe ser una “intervención” en los jóvenes para que aprendan sobre relaciones sanas, que aprendan a cortar lo que han aprendido en la casa y se den cuenta que “se pueden llevar a todo dar” con alguien y que si eso no ocurre aprendan a terminar con las relaciones dañinas, especialmente en la etapa de la juventud, recomienda el especialista.
Recuerda que las malas relaciones conducen a la depresión y la ansiedad que en combinación con otros factores pueden conducir al suicidio.
Otro de los aspectos en lo que se debe tra bajar intensamente es en la educación para los padres, ya que muchos no saben serlo.
“Es increíble lo que ocurre porque pensamos que todo mundo sabe ser padre y no es así, en el trabajo con grupos identificamos con frecuencia que las personas no están poniendo atención a los hijos, no los escuchan o no los entiende y debemos hacer algo, fortalecer a las familias, mientras no pongamos atención a la familia no va a haber solución a esta problemática”, explica.
En aquellos casos en los que no se pueda avanzar con los padres es necesario optar por familias sustitutas, recomienda.
“Un niño que tienen problema en la secundaria al hablar con él te das cuenta de que lo que necesita es una madre, un padre, alguien lo escuche. No podemos pensar en avanzar si no se fortalece a la familia y si eso no es posible lo conveniente sería tener a gente que hiciera el trabajo de los papás y de esa manera atender a todos esos niños”, dice.
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