Hace algunos años me tocó leer un libro llamado La Fiesta, el impacto fue mayúsculo, tanto así que decidí buscar al autor y después de cinco vueltas al sol, lo encontré por casualidad, yo estaba sentado en la Asociación de Periodistas e hizo su aparición, después de una larga ausencia por cuestiones de salud. El gremio lo recibió con aplausos, y sí, era él: Emilio Gutiérrez de Alba. Lo increpé y le pedí una cita.
Emilio es un octogenario periodista retirado del ejercicio pero no del gremio, quien iniciando el nuevo milenio se decidió a escribir “El Toques” y a partir de ahí, su carrera ha sido tan productiva que en dos décadas ha escrito 30 textos. Su última producción se llama “Divorcios al Vapor”. El título refiere a aquella etapa en la que en los juzgados civiles de Ciudad Juárez vinieron a divorciarse personalidades del mundo de la farándula norteamericano y una de las estrellas fue Marilyn Monroe. Esta diva es parte de la carátula de su última entrega.
No he tenido la oportunidad de leer “Divorcios al Vapor”, sin embargo, me di la tarea de preguntarle al autor algunas cosas de interés por lo que aceptó hablar conmigo así que me recibió en su casa de la colonia Melchor Ocampo. Es la primera vez que haré una entrevista de alta gama, por lo que me tiemblan los pies; al momento de sonar la reja con el choque de las llaves, ipso facto se asoma Gutiérrez de Alba, me da los buenos días un hombre bien peinao’ y bien boliao’, le quita el pasador a la puerta y me da el pase a su hogar.
No he avanzado ni un metro en las habitaciones cuando el fantasma del aroma a libros me atrapa, se trata de una casa colmada de literatura, en donde a diestra y siniestra hay textos dispersos acomodados en distintos sitios y muebles. Gutiérrez de Alba conserva ese cariz de un escritor de antaño: vive rodeado de libros. Pero no solo abundan los libros, ahí se respira un halo de recuerdos que se esconden en cada esquina de esa casa. Ahí no hay códigos QR, Alexas, ni códigos de barras, nada de lo horriblemente moderno, lo que se ve es un hogar tradicional juarense en donde revuela una atmósfera de buena energía, y en donde danzan las letras con la música del teclado.
A 4 metros de la puerta de entrada, me enseña su cueva, Emilio aún conserva una computadora con CPU y con pantalla un poco atrasada de modelo, no obstante, esa máquiina es testigo y receptora de las kilométricas horas del ejercicio de letras.
Gutiérrez de Alba omitió sentarse en su pequeño escritorio, solo me lo muestra, pero contiguo, en esa misma habitación, tiene una mesita rectangular destinada a los visitantes. Yo estiro una silla y él hace lo mismo del otro lado de la mesa, sus ojos verdes me lanzan una mirada brillosa cuando le pregunto que si la de la foto es su esposa.
“Era mi esposa. Ella fue la primera ganadora de una columna de plata en Ciudad Juárez. Mire, ahí estoy en Las Vegas con ella”. Luego me señala la foto con el índice y alcanzo a ver a un hombre 30 años más joven, medio robusto, pelo tupido y barba de candado muy marcada. Dista mucho de la imagen que hoy proyecta. Ahora es un hombre delgado, con cierta mirada cansina, pero sin perder órbita. Me dice que acaba de salir de una operación de cáncer, lo cual ha sido un logro olímpico ya que no dejó ninguna esquela de apunte el hecho.
No parece haber pasado por el bisturí, ya que el hombre se ve como auto clásico: bien carroceado, macizo, y listo para tirar crusin’ por la 16.
Emilio Gutiérrez de Alba, muestra la tarjeta de presentación de un hombre fuerte como en aquellos años de su juventud en su lejano Torreón, cuando estudiaba canto.
Al momento de preguntarle que en qué periódicos había trabajado, perdí la lista ya que son incontables, sin embargo, para resumir la vida como periodista, Gutiérrez de Alba –en argor beisbolero– es como el Babe Ruth de la reporteada, pero no en NY, sino, aquí en la Ciudad de la furia, Ciudad Juárez.
“Esta casa era de mi esposa», mientras machuca la frase, se mete una de las manos a la bolsa y levanta diestra, luego la gira hacia del oriente y al poniente, en señal de que la mujer de su vida debe de estar en algún lado presente. “Mire ahí tengo más libros”. Es una especie de vitral donde bien podrían estar los platos, pero no, ahí hay más textos acomodados de pancita, enseñando la portada.
Él es don Emilio Gutiérrez de Alba un señor que ya lleva casi seis décadas como periodista y como escritor disparando letras, y ametrallando con sus libros.
(Disculpen esta última frase, es que acabo de ver las noticias).
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