La vida de Rocío Domínguez sufrió un vuelco violento. Su tranquila cotidianidad, junto a su marido y sus cuatro hijos, nunca más volvió a ser la misma desde aquella tarde del 20 de octubre de 2022.
Ese día fue a recoger a su hijo de doce años a la salida del turno escolar en la escuela República de Bolivia que se encuentra en el boulevard Zaragoza, en el fraccionamiento Parajes de Oriente.
Cuando lo vió estaba muy alterado y le preguntó qué le sucedía. Él contestó que los perros del conserje de la escuela lo habían mordido.
“Me dirigí a la dirección y pregunté por la directora, la maestra Blanca Estela Cepeda Rosas, pero no se encontraba en ese momento; pedí hablar con el subdirector llamado Jorge Alejandro (no recuerdo el apellido) para que por favor me entregara una hoja llamada ‘de accidentes’, la cual es una póliza de gastos médicos que garantiza la atención de forma gratuita en caso de sufrir un accidente escolar”, recordó.
El subdirector no le entregó el formato y le dijo que los perros no eran de él, que estaban en el interior del plantel porque se brincan, y que desconocía quién era el propietario.
Contrariada, salió de la escuela para encontrarse con su esposo, quien ya enterado de lo sucedido, solicitó al 911 una patrulla para ser auxiliados.
“Entré nuevamente a la escuela en lo que llegaba la patrulla para pedir el documento otra vez y el subdirector me lo volvió a negar, pero después de un rato me dijo que sí me lo daría”, detalló.

Comienza el calvario
Cuando llega la patrulla con dos mujeres policías municipales, Rocío las pone al tanto, al mismo tiempo que era insultada por los maestros del plantel.
En ese instante llega la directora del colegio y le indica que le dará la hoja, solo que primero le permita hablar con las oficiales. Rocío ignora en qué consitió la charla, pero asegura que la directora ya no le entregó la ‘hoja de accidentes’. Entonces comenzó el enfrentamiento con los elementos de seguridad.
Así lo relata: “Una de las oficiales me grita ´¡vete!´. Le respondí que solamente deseaba la hoja, me aventó y me volvió a gritar ´¡la quieres extorsionar!´. Le respondí que no quería dinero, solo ‘el papel’. Se acerca la otra policía y a empujones e insultos me sacaron del plantel”.
Narra que cuando estaba fuera del colegio, siento un fuerte golpe en el riñón derecho y en el brazo un ‘piquete’ que le dieron con una navaja.
Asegura que el instito la llevó a pelear con una de las oficiales. Como cerca del lugar había un retén con más policías, llegaron más agentes y la golpearon entre seis.
Dice que su esposo no pudo intervenir porque estaba cuidando a sus hijos, pero vio con impotencia cómo a su esposa le colocaban en las muñecas una especie de ganchos (en sustitución de las esposas), al mismo tiempo que era agredida a golpes.
Después la subieron a la patrulla. Agrega que ahí siguió la golpiza.
Aproximadamente a las ocho de la noche arribó otra unidad de seguridad en respuesta al auxilio que estaba pidiendo su esposo desde una tienda Del Río que se encuentra muy cerca del plantel.
Se le aproximó un elemento y le preguntó qué le había sucedido. Ella narró todo lo que pasó y le mostró su cara y brazos golpeados; solo recibió como respuesta un “yo no me la llevo” y el agente se retiró del lugar.

Amedrentada por las policías
“Al poco tiempo, las oficiales salieron de la escuela y me dijeron que de parte de la directora, que si iba a tomar alguna represalia en contra de ella, que mejor lo pensara, porque sabe dónde vivo, que mejor pensara en mi familia”, recuerda.
Afirma que luego de “pasearla” un buen rato la llevaron al ‘distrito’ (Distrito Zona Norte, ubicado en el Eje Vial Juan Gabriel).
Ahí la encerraron en un pequeño cuarto y la estuvieron amenazando verbalmente, diciéndole que, para “quemarla”, la iban a subir a las redes sociales.
Hasta entonces la vio una médica legista y fue cuando se dio cuenta que estaba ‘picada’ en el brazo.
Nunca le leyeron sus derechos
“Me dijeron que la versión de los hechos que les narré no contaba porque yo estaba ahí en calidad de detenida; la doctora solo tomó en cuenta el navajazo, las lesiones de mi ojo, la marca que me dejaron y los ganchos con los que me sujetaron las manos”, contó.
Después de que le cosieron las heridas, la sacaron del “distrito” y otra vez la “pasearon” por varias calles de la ciudad. Todo el tiempo la amenazaron de que iba a ir directamente al Cereso. Nunca le leyeron sus derechos.
Rocío es oriunda de Atizapán de Zaragoza, Estado de México. Dice que jamás había sido detenida, ni en Atizapán ni en Ciudad Juárez. Esta fue la primera vez en su vida.
“Antes de entrar a la Fiscalía, me volvieron a amenazar diciéndome que ‘ahorita que vayas al Cereso le vamos a decir a unas que están ahí que te rompan toda tu pinche madre’. Ya estaba muy asustada”, indicó.
Recuerda que cuando llegó a Fiscalía, el agente del Ministerio Público no le ni siquiera ante qué autoridad se encontraba. Únicamente le preguntó qué había sucedido. Después de haber recibido tantos golpes, respondió que no diría nada más.
En total, asegura haber estado detenida durante 48 horas.
Norte Digital informó del caso a la Secretaría de Seguridad Pública Municipal y solicitó, vía el vocero, Adrian Sánchez, una postura sobre la denuncia expuesta por Rocío.
“La Secretaría siempre está en coordinación con la autoridad investigadora para coadyuvar a esclarecer cualquier investigación, para que se pueda llegar a la verdad jurídica de cualquier caso en donde estén involucrados funcionarios de esta Secretaría”, señaló en un texto de respuesta.

Al mes demandó a los elementos policiacos
“El 10 de noviembre demandé a los policías que me agredieron, fueron seis, las dos que me detuvieron son de la Municipal y los otros cuatro, hombres todos ellos, de Vialidad”, detalla Rocío.
Cuando habló con la abogada que llevaba su carpeta, esta persona le comentó que sí le habían leído sus derechos. Nuevamente lo negó. La abogada le colgó el teléfono. Al poco tiempo le hablaron a su esposo y le comentaron que la visitarían al día siguiente.
“Llegaron unos agentes y el coordinador de Ministerios Públicos a ofrecerme disculpas por lo que me había sucedido y la reparación de los daños. Les comenté que yo no quería eso, quiero justicia y que los policías paguen con cárcel, pero no los quieren encerrar, de hecho, me dijeron que ya los debieron de haber presentado con un juez de Control y no lo quieren hacer hasta que no se termine la investigación”, lamenta.
Casi ha transcurrido un año desde que vivió la pesadilla y no sabe qué ha pasado con los elementos que la violentaron.
Señala que a media noche, patrullas pasan por su casas con las luces apagadas, deteniéndose por instantes frente a su puerta y luego se retiran.
Tanto es su miedo, que tiene grabaciones de lo pasa frente a su casa. Ha presentado las pruebas en Fiscalía para solicitar que le asignen seguridad, pero han hecho caso omiso.
Ella y su familia viven su vida con temor, angustia y zozobra.


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