Ciudad Juárez es una localidad que siempre se encuentra entre la tragedia y la victoria, la innovación y la desesperación. Es difícil definir aquellos acontecimientos que han marcado la historia, no porque falten, todo lo contrario, sino que los juarenses han experimentado tantos cambios, que es difícil ponderar cuáles han sido los más importantes.
Así la define Cecilia Esther Castañeda, cronista de la ciudad, quien, atrincherada en su refugio, lleno de libros, revistas y el Archivo Municipal, que celosamente resguarda en la Biblioteca Municipal Arturo Tolentino, lleva consigo un cuaderno y una laptop en la que revisa sus notas que tratan de desvelar la identidad fronteriza que se desprende de los eventos más trascendentales que han sucedido en este territorio, “tan lejano de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”, como alguna vez la definió el expresidente Porfirio Díaz, definición con la que la también escritora concuerda.
El encuentro de dos mundos
El primero de los acontecimientos es quizá uno de los más obvios, pero sin él no se podría iniciar la historia de la ciudad: la llegada de los españoles por estas tierras a mediados de Siglo XVII.
Resalta que, como tal, no considera relevante algún suceso en particular, como la llegada de Juan de Oñate o la propia fundación de la ciudad, sino que, en su conjunto, el periodo en el que llegaron a establecerse los colonizadores españoles, significó un cambio total en el paradigma de aquellas poblaciones que vivían en la región.
La ruptura y el nacimiento de la frontera
El segundo de los acontecimientos es el que quizá ha tenido un mayor impacto en la historia y en la forma en la que se concibió la ciudad. El 2 de febrero de 1848, tras la firma de los Tratados de Guadalupe, México perdió casi el 55 por ciento de su territorio ante los Estados Unidos.
Para delimitar la frontera, se escogió como barrera natural, el río Bravo, que separaba en dos la Villa de Nuestra Señora de Guadalupe de los Indios Mansos del Paso del Río Norte.
Ello trajo consigo una de las características identitarias más importantes: la frontera. Este espacio, en el que convergen dos mundos, ambos con capitales a miles de kilómetros de esta ciudad, pero cuyos efectos impactan la vida de sus habitantes.
Castañeda resalta que la frontera entre México y los Estados Unidos, es una de las más contrastantes del mundo, y en esta ciudad los juarenses han podido vivir en carne propia los efectos propios de la relación de amor-odio que ha existido entre las dos naciones.
La ciudad más importante del estado
El siguiente acontecimiento se presenta varias décadas después de que la ciudad se convirtió en frontera y, aunque fue después de la llegada de Benito Juárez García, personaje por el que recibe el nombre la ciudad, la cronista justifica su respuesta señalando que fue el 11 de mayo de 1911, tras la renuncia a la presidencia de México de Porfirio Díaz Mori, el día en el que el rumbo de la ciudad tuvo un giro de 180 grados.
En aquel entonces, relata Castañeda, la ciudad líder en el estado era Parral, no en vano recibía el apodo de “la Capital del Mundo”. Sin embargo, la aparición del tren en la ciudad, que aumentó considerablemente las actividades comerciales gracias a la conexión con los Estados Unidos, fue lo que hizo que la ciudad comenzará a tomar relevancia a nivel nacional y estatal.
Con la “Toma de Ciudad Juárez” no solo se dio a conocer internacionalmente la leyenda del Centauro del Norte, Francisco Villa, sino que la ciudad se convirtió en un punto estratégico para los lideres militares de aquella época.
Constantemente, los habitantes fueron testigos de cómo en varias ocasiones, la ciudad fue destruida y construida de manera continua. Pese a ello, la importancia de la ciudad persistió y ha hecho que, desde entonces hasta ahora, sea la ciudad más importante de todo el estado de Chihuahua.
El mayor logro de la diplomacia mexicana
Castañeda recuerda con un dejo de pavor en los ojos la época de la llamada Guerra Fría entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Eran tiempos difíciles. Señala que en el ambiente siempre estaba presente el sentimiento de que en cualquier momento iba a estallar una guerra entre las dos potencias, con el potencial de devastar a toda la raza humana.
En aquel entonces, las relaciones entre México y Estados Unidos fueron mejorando con el paso de los años, situación que se notó en la frontera. Desde hacía más de un siglo, abogados mexicanos y estadounidenses peleaban la posesión de los terrenos de El Chamizal.
Ninguna entidad diplomática quería ceder, en el caso de los Estados Unidos, principalmente porque había zonas de El Chamizal que ya se encontraban urbanizadas, lo que ponía una mayor dificultad a las negociaciones.
Sin embargo, Estados Unidos necesitaba hacer algo para asegurar que la amenaza soviética no se metería en la mente de sus vecinos del sur, por lo que, finalmente, aceptaron ceder 177 kilómetros de El Chamizal, la única ocasión en que Estados Unidos ha cedido un territorio a otro país en toda la historia.
Aunque según cálculos, este lugar solo represente un 0.00007 porciento del territorio que México perdió frente a los Estados Unidos, es considerada por la cancillería mexicana como “el mayor logró diplomático de la historia”.
La evolución final: la llegada de las maquiladoras
Alrededor de la década de los 60, empresarios locales que habían hecho un viaje a países del sudeste asiático, descubrieron que la implementación de plantas maquiladoras dentro de la ciudad podría representar un negocio bastante lucrativo para la ciudad.
Puntualiza que, en aquella época, los juarenses atravesaban por momentos complicados: hubo una caída considerable en el empleo y miles de braceros que dejaban de ser utilizados en los campos americanos llegaban a esta frontera sin dinero y sin ninguna manera de subsisitir.
La maquiladora, más que ser una opción para ganar dinero, se convirtió en una necesidad para evitar que la población muriera de hambre. Sin embargo, en retrospectiva, fue como haber firmado un pacto con el diablo; efectivamente, se resolvió la problemática del empleo, pero Castañeda asegura que hay problemas sociales y económicos que todavía persisten hasta nuestros días y que es muy probable que sigan existiendo en el futuro.
Pese a ello, reconoce que las maquiladoras son uno de los ejes principales que han formado parte de la historia juarense, al menos en los últimos 50 años de existencia.
La identidad juarense y la resiliencia
Castañeda reconoce que hay un factor común en todas las victorias y desgracias que ha vivido la población juarense a lo largo de sus 365 años de historia. Aunque es una palabra que no le gusta, no encuentra otra mejor para describirlo: resiliencia.
Acusa que el pueblo juarense ha vivido constantemente en un abandono perpetuo, tanto por los que gobiernan desde México, como por los que solo vienen a pasar el rato.
“Si ahora que hay comunicación con la capital, nos sentimos abandonados, imagínate antes”, menciona la cronista.
Sin embargo, subraya que el juarense siempre ha encontrado la manera de sobrevivir, de salir adelante. Por el espacio en el que se encuentra, señala que es común que se nos “cambien las reglas del juego”.
Los juarenses han intentado ganarse la vida con la agricultura, con el turismo nocturno, con los divorcios exprés, con el comercio, con la maquila y cualquier otra idea igual o más loca, pero de alguna forma u otra, la mayoría de esas maneras de subsistir han sido prohibidas o solo han durado un tiempo.
El ombligo de dos naciones
El habitante de esta tierra casi siempre juega en contra y rara vez es capaz de controlar las circunstancias a su alrededor. El vivir en medio de los Estados Unidos y México hace que cada cierto tiempo, el ambiente económico, político o social se modifique radicalmente, afectando de manera considerable la manera de llevar el sustento a casa.
Para Castañeda, esta es una de las características principales de los habitantes de esta tierra, que históricamente ha sido de migrantes, que recibe con los brazos abiertos a aquellos que están dispuestos a reinventarse, a caer y a levantarse las veces que sean necesarias. A los que tienen la mente llena de ideas y buscan mil y una formas de ganarse la vida. Para los que no conocen la palabra “rendirse” y no se detienen, pese a la adversidad de la vida.
No niega que esta es una ciudad más que imperfecta, que sufre demasiado y que enfrenta muchos problemas graves, empezando por la violencia en las calles. Exigir y reclamar a las autoridades una mejor ciudad, es también un acto de amor hacia la urbe.
No obstante, asegura que hay razones para sentirse orgulloso y salir a celebrar un aniversario más de la ciudad. Aunque de pronto pareciera que en esta localidad no pasa mucho, hay cientos de tesoros ocultos y miles de historias, con impacto a nivel nacional o internacional, que no podrían haberse escrito sin el “Ciudad Juárez” de por medio.