La estrategia para recuperar la paz en Ciudad Juárez -después de dos años y medio de gobierno estatal de Javier Corral y municipal de Armando Cabada- va en picada. Hace cinco meses hubo alguna expectativa de que con la llegada de Andrés Manuel López Obrador al Gobierno de la República las cosas darían un giro, pero no.
Abril de 2019 cerró con 153 homicidios en la ciudad más poblada del estado, 135 por ciento mas respecto al mismo mes de 2018, cuando se registraron 65 asesinatos.
La tendencia este año es de un incremento sostenido. En enero se registraron 104 hechos de personas privadas de la vida, en febrero 94, en marzo 109 y en abril la cifra se disparó a los ya referidos 153 crímenes.

Los números no mienten. Los políticos sí. Ayer martes el gobernador Javier Corral negó ante medios de la frontera que abril fuera el mes más violento del año y que el estado de Chihuahua estuviera en el foco nacional por la violencia, con Juárez como el lugar con mayor incidencia en la entidad.
La misma actitud de minimizar las cifras la mostró López Obrador con el periodista Jorge Ramos, al tratar de plantear hace unas semanas la idea de que en su periodo de gobierno el «promedio diario» de homicidios había bajado.
Las cifras de la Fiscalia General del Estado (FGE), el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública y las del seguimiento diario de medios de comunicación, son contundentes.
Tanto el gobernador como el alcalde Armando Cabada y las autoridades federales que representan aquí al presidente López Obrador han tratado de convencer a la opinión pública de que están coordinados en mesas para la construcción de la paz, pero cada uno tienen su propia mesa y no solo no se comparten información sensible. Entre ellos prevalece la desconfianza de a qué grupo delictivo protege cada cuerpo de seguridad, estatal, municipal y federal.
Las cifras de abril son un reflejo de que en la realidad operativa, cada uno va por un camino diferente, descoordinados y repitiendo esquemas que en el pasado fracasaron.
Basan sus acciones de seguridad en aumentar el número de elementos policiales y militares en las calles, pero sin operaciones de inteligencia y acciones alineadas.
Todas las estrategias han fallado porque están viciadas de origen. Las instituciones encargadas de la seguridad no han logrado pasar la prueba de ácido de la confrontacion política y sospechas de infiltrancion, una y otra, generan desconfianza mutua.
Y como nadie esta “libre de pecado”, nadie delata a nadie y nadie señala públicamente con “la primera piedra” el fracaso de la estrategia y la urgenica de dar un golpe de timón. Apenas estos días que ya se sabe viene el secretario de seguridad federal Alfonso Durazo, el gobernador y el alcalde informaron que se reunirán aquí cada dos semanas para atender el problema, algo que han venido simulando en declaraciones desde hace dos años y medio.


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