El edificio Gardié está ubicado entre la avenida Paseo Triunfo de la República y San Lorenzo. Seguramente los más jóvenes lo identificarán como “el edificio de la bola”, y no tendrán otra idea sobre este, que no sea el de una estructura abandonada, muy vistosa, pero erguida como un ícono del olvido.
El Gardié fue inaugurado en 1988 y se optó por abandonarlo en 1995. En 2016 se intentó reabrirlo como un restaurant bar en los niveles más altos del edificio y hasta un casino en la parte inferior; sin embargo, el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones. La bola no fue rescatada del olvido.
En sus menos de 10 años de vida fue un restaurante, un bar, e incluso una estación de radio, que alguna vez organizó un concierto de Cecilia Toussaint en el techo de la estación radiofónica.
La manera en que el Gardié fue construido tuvo bastante que ver con su abandono. Su fachada de cristales hacía que el calor y el frío fueran implacables por dentro del edificio. La refrigeración fue un reto complicado para Jesús García Diéguez, creador del edificio, quien dijo que la forma de bola se debe a que originalmente se pensó como una nevería. Es una bola de nieve olvidada en el congelador.
Puede que las únicas beneficiadas con el abandono de este edificio sean las palomas que lo utilizan como refugio, que entran y salen por los cristales rotos y otros huecos. Los fuertes candados que se encuentran en dos puertas, y la pared de bloques que protegen un tercer acceso revelan que el edificio ya ha sido vandalizado.
Rodeando al Gardié hay algunas maquiladoras, y algunos restaurantes. La vida, el flujo de gente, de automóviles y el dinamismo que se respira entre la Paseo Triunfo de la República y San Lorenzo, acentúa el cadavérico estado del edificio.
El recibo de agua en la puerta muestra una deuda de casi 200 mil pesos. Las tuberías se encuentran al descubierto, solo basta acercarse para notarlo. El edificio se deteriora poco a poco, se despedaza ante la presencia de miles de conductores que diariamente transitan junto a él, esperando a que lo venza el tiempo si es que ninguna fuerza humana decide rescatarlo o acabar con su desvalimiento.
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