Con la compra de una nueva jirafa como mascota, y una campaña mediática, para que la ciudadanía le pusiera el nombre de Benito, quienes integran el organismo público descentralizado para administrar y conservar el Parque Central “Hermanos Escobar”, desviaron la atención del abandono y condiciones deplorables en que se encuentra este importante centro de esparcimiento familiar de los juarenses.
Se trata del segundo pulmón verde más importante de la ciudad, después de El Chamizal, que, en óptimas condiciones de sus árboles, lo convertirían en un bosque de 450 mil metros cuadrados, cuyas frondas ayudarían a combatir la contaminación que produce el enorme parque vehicular que transita a lo largo de las avenidas Tecnológico y Teófilo Borunda, que lo circundan.
Sin embargo, eso es una falacia, porque la vegetación del parque, la que le da vida como tal, se está secando y sus dos lagos artificiales apestan, por la contaminación del agua que se tornó color verde al dejar de funcionar la planta de tratamiento, lo cual pone en peligro la vida de miles de especies de aves migrantes y nativas, que se enferman y mueren por el tóxico líquido que beben.
Hasta el 2021, el censo forestal del parque era de 9 mil 900 especies, entre diferentes variedades de árboles, arbustos y plantas ornamentales, distribuidas en las dos secciones, poniente y oriente, en que se encuentra dividido en una superficie de 45 hectáreas.
Lo habitaban también hasta ese año, 40 mil animales, desde peces que se reproducían en los lagos, hasta 900 patos, 500 tortugas de agua, 200 gansos, 120 aves migratorias que llegaban por temporada, 17 pavorreales, gallinas, faisanes, un avestruz y la jirafa Modesto, que murió el 1 de junio del 2022, cuando tenía 22 años de edad, y 21 de haber llegado al parque para ser la delicia de niños y adultos.
Hoy, de ese inventario solo quedan los archivos, porque flora y fauna se han ido extinguiendo paulatinamente, ante la indiferencia de las autoridades estatales responsables y el enojo de ambientalistas que claman en el desierto.
Independientemente de la historia que encierra el parque, porque ahí funcionó la prestigiosa y centenaria Escuela Superior de Agricultura “Hermanos Escobar”, en sus terrenos alberga actualmente a la preparatoria Central, un plantel de excelencia para alumnos sobresalientes; la Casa del Agrónomo, que es la sede de los “Cebolleros”; así como el principal museo de la Ciudad, La Rodadora, y el gimnasio del Colegio de Bachilleres.
Eso debería bastar para que el parque luciera como un oasis en el desierto, y tuviera un mantenimiento adecuado, con personal capacitado en ciencias agrícolas y manejo del agua, así como en el cuidado de la fauna silvestre que lo habita.
Lamentablemente eso no es así, porque a 26 años de haber sido abierto al público para su disfrute y sano esparcimiento, como dice el comercial, da pena ajena el lastimoso estado en que se encuentra, pero, eso sí, con jirafa nueva, que habita en un solar sin instalaciones adecuadas para su supervivencia.
Para muchos juarenses, es todavía desconocido que el parque se fundó después de que, en 1993, el gobernador Francisco Barrio Terrazas cerró el alma mater de los cebolleros, como se les llamaba a los estudiantes de ingeniería agronómica.
Luego, en 1994 el Gobierno Federal cedió los terrenos al Gobierno del Estado y en un acto de “compensación”, por la clausura definitiva de la escuela de investigación agrícola, en octubre de 1997, Barrio los convirtió en lo que ahora es el Parque Central.
De esa fecha a la actualidad, ha tenido épocas buenas de inversiones importantes para dignificarlo, pero hoy en día luce por el descuido en sus dos secciones, que ponen en evidencia el irresponsable manejo que han hecho políticos y burócratas que lo han mal administrado.
En sus buenos tiempos, el parque oriente contaba con tres secciones de juegos infantiles, juegos de agua, una pista atlética de arcilla, canchas deportivas de beisbol, futbol, frontón y basquetbol, áreas para pic-nic, dos campos de beisbol, una alberca semiolímpica techada, baños y vestidores, un teatro al aire libre, pista para correr y ciclo vía, así como cinco vasos reguladores o represas, para la captación del agua de lluvia.
Esta sección era recordada, primero, por sus grandes toboganes y albercas y, después, porque se destinó como parque recreativo para los policías y sus familias, proyecto que también fue un fracaso.
La sección poniente, donde estuvieron las aulas y laboratorios de la ESAHE, edificio que ahora es la sede de la subsecretaría de Desarrollo Humano y Bien Común, fue diseñada con dos lagos, 4 secciones de juegos infantiles, oficinas, concesiones de alimentos y baños, anfiteatro, explanadas para eventos, gimnasios al aire libre, pista para correr y caminar.
De toda esta infraestructura, comenzando por cientos de árboles, arbustos y plantas de ornato secos y los que ya muestran signos de la sequía, así como los lagos contaminados, pocas de sus instalaciones se encuentran en condiciones dignas, principalmente en el parque oriente.
Un recorrido de Mirone por la extensa superficie del parque, bastó para constatar lo que tanto han reclamado organizaciones ambientalistas, como Juárez Educativa, Bienestar Animal y Árboles en Resistencia, que exigen la conservación y mantenimiento adecuado de flora y fauna.
Comenzando por el destilichadero, en que han convertido una extensa porción del parque poniente, que colinda con la calle Pedro Meneses, donde se acumulan toda clase de materiales de desecho que han retirado de las dos secciones, como malla ciclónica, tubería, cables, barandales oxidados, paletas de madera, arbotantes, un transformador viejo y hasta una caja de tráiler, la vista que ofrecen es deprimente, para todos los que circulan por esa vía rumbo al estacionamiento general.
En los camellones del estacionamiento de 12 mil metros cuadrados, hay 75 árboles secos todavía de pie, y otros que van por el mismo camino, por falta de agua y fertilización adecuada.
Adentro del parque poniente, lo único que se ve en buenas condiciones es el Jardín Botánico “Alberto Carvallo Arlandiz”, que luce con plantas del desierto, cactus y nopales principalmente, que soportan la sequía y también los malos cuidados.
De los lagos artificiales, planeados en su origen para su uso lúdico, con lanchas y embarcadero, así como hábitat de fauna propia de estos cuerpos de agua, solo quedan los recuerdos y decenas de patos manchados de verde, que sobreviven realmente de milagro, por la descomposición de la materia orgánica y basura que inunda el enorme estanque.
En la zona de los juegos infantiles, donde se localiza una pirámide, al final de los cuerpos de agua del lago, hay 33 enormes árboles secos, cuyos troncos y ramas vacías, permanecen de pie como mudos testigos de que tuvieron muchos años de vida hasta que los dejaron morir.
En similares condiciones se encuentran las plantas ornamentales, como los rosas laureles que, a lo largo del enrejado que separa al parque de la avenida Tecnológico, crecen desordenados, sin poda de formación mientras languidecen de sed.
De la pista de arcilla no queda nada. Se ha borrado y solo una mancha café revela que ahí estuvo, hasta que desapareció por falta de mantenimiento.
En la jaula donde antes habitó un león, ahora se encuentran mezclados conejos, que tienen sus madrigueras en la tierra, con palomas, pavos reales y gallinas, que viven en unos improvisados refugios hechos con viejas pacas de paja.
Rumbo al puente que conecta los dos parques, se pueden observar los troncos de 6 los árboles que fueron talados para colocar la tirolesa, con la que, los nuevos administradores del parque pretenden obtener ingresos y convertirlo en negocio.
A lo largo del puente que cruza la saturada avenida Tecnológico, se ven los restos de la propaganda que hicieron de los árboles de origen chino de la variedad Kiri, con los que pretendían reforestar el parque, ocurrencia que tampoco les funcionó.
La información recabada, indica que fueron 300 varitas de árboles Kiri, famosos por su adaptación a cualquier clima extremo, los que fueron plantados en el parque, pero no sobrevivieron porque a todo son resistentes, menos a la indolencia y al descuido humano, que es lo que predomina en este espacio público.
Lo primero que luce del parque Oriente desde el puente, es la maleza y basura, así como las lomas pelonas, sin el verde pasto que antaño hacia lucir sus terrazas y desniveles del suelo.
Los vasos reguladores o pozos de absorción, que estaban destinados a ser espejos de agua, no tienen ni una gota del vital líquido, pero eso sí, mucha maleza y basura que hablan de la desolación que domina en ese rumbo.
Del bosque que antes hubo, los únicos que resisten son los gigantes arbustos llamados palo verde, característicos por sus espinas y su flor amarilla que aguantan la sequía.
De las tres áreas destinadas para días de campo, con estructuras con malla sombra, solo quedan los fierros despintados y los restos de las carpas, que cuelgan desgarradas y desteñidos de los colores rojo, verde y gris, que algún tiempo lucieron.
El cuadro o diamante diseñado con arcilla en el campo de beisbol, ya no existe, al igual que los pasillos para correr las bases, probablemente porque ante tanta miseria, en el parque han inventado otra forma de jugar el rey de los deportes.
Por todos lados se ve la sequía que sufre el parque y los restos de la tubería de riego expuestos y rotos.
El amplio teatro al aire libre, luce también despintado y saturado de hierba silvestre, mientras que las 6 frondosas palmeras abanico que lo vestían y daban la sensación de estar en un oasis, no han sido podadas en muchos años.
Aunque la alberca se encuentra cerrada por falta de mantenimiento al equipo de filtración y limpieza del agua, las canchas de tenis, de hándbol, de básquet y futbol, son las únicas que siguen funcionando, así como las fuentes danzarinas que saltan a cualquier ritmo, menos al de la música que tienen programada.
El nuevo parque para perros, abierto recientemente, con chapoteaderos y areneros para que las mascotas jueguen, ya están en completo abandono, pues en lugar de agua hay lodo, piedras y basura en los espacios con forma de hueso.
A falta de un censo de flora y fauna actualizado, este es triste el panorama general que se aprecia a la simple vista de cualquier visitante, sin que necesite conocimientos de arboricultura ni de recursos hidráulicos, para percatarse del criminal abandono en que están las dos secciones del Parque Central.
Aunque en enero de este año entró en vigor el órgano público descentralizado, creado por el congreso del Estado desde el año pasado para administrarlo y conservarlo, los hechos demuestran todo lo contrario, pues no es un espacio digno para el esparcimiento familiar y las prácticas deportivas, y mucho menos un escenario para la expresión de actividades artísticas y culturales, como se prometió.
Al contrario, en su sección poniente, la explanada principal está convertida en un enorme tianguis de antojitos, fritangas, golosinas, refrescos, aguas frescas y chácharas, que muchos llaman curiosidades, cuyos locatarios pagan por el derecho de ofrecer sus mercancías, sobre todo los fines de semana.
Hasta ahora, no existe o cuando menos no se ha hecho público, el plan maestro que rescate el parque de la desastrosa condición que tiene, y rediseñe de manera armónica los espacios de la flora, la fauna y los lagos, para que las familias puedan disfrutarlo a plenitud, no con la incomodidad que ahora ofrece.
Ese plan maestro, del que tanto se habló desde la administración estatal pasada, pero nunca se vio en la práctica, sería la guía para la administración correcta del parque y evitar las improvisaciones y ocurrencias que ahora, bajo la coordinación de un contador público, Rogelio Muñoz Sapién, tanto se dan.
Son muchas las omisiones y descuidos que se han cometido para que el parque se encuentre en tan malas condiciones, pero ninguna tan grave, como el hecho de que lo manejen personas que no saben nada de técnicas del campo ni de hidráulica, y mucho menos de veterinaria para el cuidado de la fauna.
Por esas muchas razones, la meta que existía desde el 2022, de tener hasta 3 millones de visitantes al año, está muy lejos de cumplirse en las condiciones actuales del parque, porque el espacio recreativo para que los juarenses se relacionen con la naturaleza se ha convertido en un muladar, pero eso sí, con mucha historia.