Mario Trevizo Salazar fungía de facto como secretario de Gobierno desde finales del 2011, cuando se rumoraba que la jefa de esa área en Palacio de Gobierno, Graciela Ortiz, iría por una curul en el Senado de la República.
Transcurrió mucho tiempo para que el gobernador del Estado, César Duarte, extendiera el nombramiento como secretario general de Gobierno a quien hasta el miércoles por la tarde oficialmente desempeñaba el cargo de coordinador jurídico: Trevizo.
Al salir Graciela de la segunda oficina más importante de Palacio, sorprendentemente llegó presuroso al relevo Raymundo Romero Maldonado, en una jugada que se adjudicó más a la promoción de la poderosa masonería priista.
La menesterosa complexión política, intelectual y profesional de Romero no daba el tamaño para asimilar que podía convertirse en el número 2 de la Administración estatal. De ahí que indispensablemente requería ayudita extra.
Don Raymundo se apresuró a exhibir sus debilidades apenas tomó el cargo: hizo a un lado el margen de maniobra recibido para solucionar conflictos por sus propios medios; si quiso, nunca pudo operar una sola acción con los dirigentes de los partidos políticos opositores y se abandonó a los placeres mundanos de la vida.
El hoy exfuncionario abrió la nómina exclusivamente a corpulentas mujeres para resguardar su integridad física; bien pertrechadas con armas largas y cortas, y miradas y gestos tan severos que se abrían paso aun frente a feroces sicarios.
Y atrás de esas mujeres custodias andaban siempre sus antítesis: un grupo de primorosas muchachas asistentes impecablemente vestidas, obvias clientas de mercados fashion y de anatomías al menos desconcentrantes.
Con ellas atrás y adelante, don Raymundo gozaba intensamente de la envidia provocada entre los tiburones y damitas que lo veían arribar a Palacio o a los muchos exquisitos restaurantes chihuahuitas que frecuentaba a diario.
Romero no tenía necesidad de todo ese aparato, salvo de algún chalán quizá también armado, porque al arribar a la Secretaría de Gobierno llegó procedente de la Dirección de Vialidad, donde debió incomodar a algunos borrachitos vengativos. Fuera de eso no requería más. Incluso se precia de intelectual. Antes de iniciar el presente sexenio estatal escribía editoriales. Ninguna necesidad de tanta parafernalia de seguridad en torno a él.
¿Por qué duró entonces tanto al lado de César Duarte don Raymundo Romero? Tiene las debilidades ya dichas pero, por supuesto, también goza de fortalezas. Es un hombre bastante disciplinado, enérgico, de carácter fuerte, que usó la posición para mantener adecuadamente informado al gobernador sobre los distintos conflictos sociales que amenazaban los intereses de la Administración –aunque malo para solucionarlos–. Cuidó Palacio como si fuera su casa.
No consiguió asumir plenamente su papel como número 2 de Palacio porque a Duarte le gusta acordar personalmente con sus colaboradores, pero Romero logró mantener su autoridad frente al Gabinete. Hacía como que cedía algunas facultades para pasarla bien –es de los que no sudan calenturas ajenas–, pero en el momento preciso ajustaba tuercas a cualquiera aun sabiendo que el gobernador tomaba decisiones con fulano o zutano.
Duarte no requiere tanto de un secretario general de Gobierno. Él mismo actúa como tal, quizá por su misma formación política en los escenarios legislativos. Más todavía: se divertía con los chismes domésticos que le llevaban sobre las caravanas femeninas de Romero y sus alfombras rojas en La Casona, La Calesa…
La parte que no le venía agradando ni tantito al mandatario estatal es la pérdida de dos posiciones en el Congreso del Estado directamente relacionadas con Romero: la diputada Teporaca Romero, hija; y Fernando Reyes, yerno. Ya había perdido al diputado, también tricolor pero marquista, Eloy García.
A Teporaca le entró lo Raymundo y peleó con su dirigencia estatal partidista. Fue presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Priistas (ONMPRI). Renunció escandalosamente a esa posición que había autorizado para ella el propio gobernador. En la seguidilla de renuncias se sumó el dirigente del PRI municipal chihuahuita, Fermín Ordóñez. Palacio se molestó bastante.
En el Congreso del Estado ya no hay confianza del duartismo en Teporaca, ni en el también diputado y marido Fernando Reyes. Así que Raymundo no pudo, o no quiso, atemperar la situación en vísperas de retos delicados para el grupo Balleza con dos elecciones constitucionales en puerta.
———
La llegada de Mario Trevizo no significa que cambiarán sustancialmente las cosas en la Secretaría de Gobierno, pero de suyo es vital dicha oficina.
Lo decía Mirone: el ex coordinador jurídico tenía años asumiendo funciones de secretario general, aparte de las propias. Esperó pacientemente por años que se la hicieran buena analistas y columnistas que también por años lo mencionaron en sus publicaciones cada que se rumoraba de movimientos en la Administración. Punto y aparte, ha permanecido en idénticas circunstancias el secretario de Trabajo y Previsión Social, Fidel Pérez Romero; en cada especulación es colocado primero en la lista de despedidos.
Era Trevizo el encargado –y ahora lo será más– de bajar “líneas” de Palacio de Gobierno a los diputados integrantes del PRI en el Congreso del Estado, acordaba con líderes de partidos políticos opositores al PRI, manejaba –y sigue manejando– las relaciones con los organismos constitucionales autónomos, así como una gran parte del mundo académico.
Trevizo operó a discreción la vida interna en el Supremo Tribunal de Justicia desde que fue jubilado el expresidente Javier Ramírez Benítez, quien empalagó a Palacio de inaudita subordinación. Algunos medios informativos chihuahuitas le llamaban jocosamente “dama de compañía”.
No era su excelencia el magistrado en retiro afecto a la religión. Le hubiera salvado la sabia frase: “ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre”.
Tras esa separación, llegó desde Ciudad Juárez a la presidencia del STJ el magistrado Jorge Vázquez Quintero. La decisión de que fuera él, por supuesto, la palomeó el gobernador, pero su excelencia ya no estaba para esos trotes. Sus permanentes achaques y su desconocimiento total del océano grillo chihuahuita lo tumbaron en un abrir y cerrar de ojos. Un día más allá y no hubiera alcanzado ni la dorada jubilación.
Todo el trabajo de ingeniería entre los magistrados integrantes del Supremo lo encabezó justamente Trevizo debidamente auxiliado en aquel momento por su operador, exbombero de Palacio, Arturo Proal. A la salida de Vázquez no se aventó completo el tiro para facilitar el arribo del actual presidente de la institución, José Miguel Salcido Romero –llegó procedente del Tribunal Estatal Electoral–, pero sí tuvo una participación relevante. Dicen que lo de José Miguel viene desde Los Pinos y tiene como objetivo el 2016.
Mirone no cree –en el cierre del tema STJE– que el nuevo secretario general de Gobierno haya podido hacerse de alguna magistratura de la docena que fueron repartidas hace semanas para jubilar a la misma cantidad de apolillados miembros del pleno jurisdiccional, pero no hay duda de que intervino para sofocar las reacciones de aparente dignidad lanzadas por algunos titulares de salas que cuestionaron la forma en que el Congreso hizo la designación. Finalmente todo mundo acató las indicaciones tal y como llegaron.
——–
Para el presidente municipal de esta frontera, Enrique Serrano Escobar, serán más fáciles hoy las cosas en su relación con toda la estructura del Gobierno estatal.
Serrano mantiene una estrecha comunicación y de confianza personal con el gobernador del Estado. Transpira Duarte por los poros las ganas de que sea su sucesor, aunque comparte el mismo dilema hacia el alcalde chihuahuita Javier Garfio.
Pero el arribo de Trevizo a la Secretaría General fortalece su presencia en Palacio, porque hizo excelente química con él durante 2010–2013, cuando Serrano fue coordinador parlamentario del PRI en el Congreso del Estado y juntos sacaron infinidad de asuntos espinosos.
Sufrieron juntos el célebre caso del hoy exmagistrado del Supremo Tribunal de Justicia José Carlos Flores Salas, que consiguió amparo de la justicia federal al no ser ratificado en el cargo por el Poder Legislativo local.
El magistrado se quejó por la falta de motivación y fundamentación en esa decisión. El proceso se fue largo, largo, largo, hasta que llegó la amenaza de los tribunales federales sobre una posible multa hacia quienes participaron en la votación, y prefirieron el acuerdo con la defensa del magistrado. Hoy Flores y su defensa gozan de varios millones producto de la negociación.
Las cosas no han sido sencillas para el nuevo jefe operativo del Gobierno del Estado (Gobierno en el más amplio sentido de su estructura). Seguramente representaron los numerosos casos complicados factores por los que no tomó antes el esperado cargo.
Trevizo Salazar pasó noches en vela por una buena cantidad de asuntos relacionados directamente con su oficina y que pararon en los tribunales con resolutivos en contra para Palacio. Ello significó intensas grillas y piedras en el camino.
Han sido asuntos emblemáticos para la misma imagen de la Administración estatal los que pasaron por el “Jurídico” y que a estas alturas todavía esperan resoluciones en firme.
La requisa del ViveBús terminó en amparo a favor de concesionarios transportistas después de varios años de trabajo para crear ese nuevo sistema de traslado de pasajeros en la capital del estado. El trabajo le fue cargado al Jurídico porque las otras áreas de la Administración estatal fueron incapaces de conciliar intereses con los dueños de los camiones.
La elección de consejeras en el Instituto de Transparencia (Ichitaip) transitó por un camino tortuoso que metió en una gran controversia al actual sexenio. Un solo quejoso de esa elección paralizó durante casi un año la designación correspondiente. Y todavía no se cierra el caso…
La construcción del aeropuerto de Creel empezó con una falta de entendimiento con ejidatarios de aquella región que se prolongó también por años y que terminó en los tribunales judiciales federales con amparos a favor de ejidatarios indígenas de aquella región. La bronca sigue.
También continúa el conflicto entre ejidatarios indígenas y pequeños propietarios de aquella región por la construcción de un gasoducto que cruza todo el estado y va hasta Sinaloa. Los trabajos permanecen detenidos porque hay amparos federales concedidos.
Ahora como secretario general, Trevizo –reconocido catedrático en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chihuahua– tendrá el doble reto de superar las controversias jurídicas con la operación de su áreas, política por excelencia.
El funcionario estatal goza de reconocimiento primordialmente como técnico del derecho, aunque en su historial aparezca la dirección estatal de su partido, el PRI, y su paso por una diputación del Congreso del Estado, lo cual le debió dar fogueo para llevar a cabo desde el Jurídico la parte política que no pudo o de plano no quiso ejecutar Raymundo Romero.
Ese es el cambio más importante que llevó a cabo el gobernador Duarte de los ejecutados entre semana, el tercero en el área desde que inició el sexenio.
Sin duda, mucho dependerá del propio nuevo secretario que la institución luzca mediante acciones que le merezcan respeto de sus interlocutores de dentro y de fuera de Palacio. Aunque el objetivo sea fortalecer el proyecto político del gobernador y su equipo, resulta indispensable la actitud incluyente y conciliadora. ¿O hay de otra en momentos electorales cruciales… y de despedida?