Los asesores de Palacio de Gobierno siguen imparables en la ejecución de sus estrategias. Caen, pero se ponen de pie con la íntima convicción bíblica de que la fe moverá las montañas de obstáculos a la vista.
La minigubernatura, los matrimonios gay, la Ley Antibronco, la disminución de los porcentajes para que los nanopartidos conserven su registro, son temas que ha empujado Palacio con idéntico entusiasmo al de un deportista de alto rendimiento seguro de triunfar, o de un experto jugador de cartas que en mirada y gestos conoce la mano de sus contrincantes.
Como en el deporte físico y en el juego de cartas, es posible que los consejeros hayan engañado con el porte (cuerpo de oso, fuerza de mosca) y hayan blofeado con sus cartas porque las reacciones de crítica generalizada hablan de un costo político insospechado.
La minigubernatura se quedó en el camino y también se quedó el intento por adecuar el Código Civil para abrir las puertas de par en par a los matrimonios gay. Ambos temas hicieron explosión en Chihuahua de tal manera que los perjuicios llegaron hasta el altiplano y desde allá fueron emitidas las recomendaciones para la reversa.
El primer tema fue frenado (hasta ahora) en parte por el cumplimiento de la advertencia que hizo desde siempre el coordinador parlamentario del PAN en el Congreso del Estado, César Jáuregui Moreno: “no pasará”, repitió; pero básicamente no hubo éxito por la fenomenal oposición dentro del propio PRI chihuahuense, con el cual mantiene Palacio abiertas profundas brechas de distanciamiento, en algunos casos por completo irreconciliables, al menos dentro del territorio estatal.
En el tema de los matrimonios gay hubo reversa por la intervención de la Iglesia católica a nivel nacional. En Palacio fue calculado el éxito de la iniciativa debido a la generalización de los matrimonios igualitarios por todo el territorio nacional (ni se diga internacional) y se extremó la confianza al colocarlo como un tema de fácil negociación con la lideresa de “las izquierdas” en el Congreso del Estado, Hortensia Aragón, para que devolviera el favor con la aprobación de la minigubernatura. Ella irradiaba optimismo y certeza de que su nombre sería colocado con letras de oro en la historia gay de Chihuahua, pues aprobando la reforma volvería a su lugar de residencia, el Distrito Federal, para tomar su cargo como diputada federal.
Era casi un asunto de mero trámite con cero costo y con gran ganancia para Palacio, pero en la maqueta de los ejercicios no fue contemplada la figura del arzobispo de Chihuahua, Constancio Miranda –amigo y asesor espiritual de Peña Nieto–, ni mucho menos de la feligresía católica y aun protestante que tomó las calles y también el Congreso para defender su oposición a la reforma. No se quedaron callados ante “el ni modo, ya hasta la Suprema Corte está a favor de los matrimonios gay”.
La polémica alcanzó muchos decibeles en los medios de comunicación. Lo mismo se habló del tema en prensa, radio, televisión, redes sociales, que hasta en lugares recónditos donde la Internet es escasa, casi inexistente. El saldo para los diputados del PRI y sus aliados no fue nada favorable, particularmente entre los miles de simpatizantes priistas conservadores, que son los más (esto no lo pueden perder de vista ni por error los asesores de Palacio al momento de trabajar sus estrategias).
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En función de evidentes estrategias relacionadas con el superatractivo 2016, Palacio humedeció el índice derecho en saliva para dar vuelta a la página de la minigubernatura y los matrimonios igualitarios y refrendar su acuerpamiento con los minipartidos representados en el Congreso del Estado mediante el nuevo tema común: la reforma constitucional en materia electoral, de la que se desprenderá la ley electoral correspondiente para regir el proceso del año próximo.
Diputados de PRI, Panal, PT, PRD, Verde y MC (Movimiento Ciudadano) aprobaron la reforma el pasado martes, literalmente a gritos y matracazos. La motoconformadora pasó por encima de los diputados del PAN sin contemplación alguna.
Y para que no quedara ninguna duda de que el PRI no quiere a los diputados panistas ni los necesita, ese mismo martes fue integrada la mesa directiva para la llamada Diputación Permanente exclusivamente con legisladores aliados, encabezados por el expanista Fernando Reyes, del Movimiento Ciudadano.
Como pastor de la chiquillada y de la mayoría priista, Rodrigo de la Rosa atendió enérgicamente las indicaciones de Palacio, tanto para aprobar la reforma como para integrar la mesa directiva. Jugó la pelota como se la pusieron. Dice el dicho: mandado no es culpado.
Recapitulemos. Tres son los puntos de mayor controversia: el candado impuesto a las candidaturas independientes (dicen abogados amigos de Mirone, expertos en materia electoral, que se abre hasta con un clip), el 2 por ciento para que los partidos tengan acceso a diputados plurinominales –el 3 por ciento para obtener financiamiento público– y que el Partido del Trabajo pudiera participar en la elección del año entrante aunque a nivel federal tenga perdido el registro.
El tercer punto lo perdieron la chiquillada y el PRI desde la mesa privada de negociaciones. Argumentaban que al PT no se le podía aplicar una ley retroactivamente, que si en el 2013 había obtenido el 2 por ciento, eso bastaba para que, aunque perdiera su registro nacional, optara por el estatal. Jáuregui les recordó que la Constitución y la ley federal brinda esa opción siempre y cuando trajera el 3 por ciento de la última elección local.
No había forma de salvar al Partido del Trabajo ni con el 2 por ciento para seguirlo manteniendo artificialmente. En la última elección estatal, la del 2013, obtuvo el raquítico 1.7 por ciento de los votos (18 mil sufragios).
Dejó el PT (nacido del Comité de Defensa Popular) de ser el partido “independiente”, “proletario”, “irreverente”, “anárquico”, que en su clímax alcanzó hasta el 7 por ciento de la votación estatal, y del cual se vislumbraba mayor altura. Ahí quedó porque sus fundadores, con una mafia familiar a la cabeza, los Aguilar Jiménez, se apropiaron de las siglas, satisficieron su objetivo económico con decenas de millones de pesos en sus cuentas bancarias y rentaron las siglas al PRI en el Congreso del Estado.
Jáuregui hubiera querido acabar también con el PRD y el Movimiento Ciudadano porque, junto con el Panal y el Verde, marchan al son que el PRI les toca en el Congreso, igual que –irónicamente– marchan a nivel nacional Ricardo Anaya y Gustavo Madero, hermanados indisolublemente con la Presidencia de la República, pero con eso se anotó otro punto importante en lo que llama César “la diferencia entre hacer política y ser un instrumento del poder”, puesto que se ufana de mantener a raya a los chiquipartidos y al PRI sin romper con su amigo y tocayo el gobernador.
El asunto del candado a las candidaturas independientes (la ley federal abrió la posibilidad para cualquier ciudadano, la estatal la limita a únicamente a los ciudadanos que no hayan militado en los partidos políticos o que se hayan separado de los mismos cuando menos con tres años de anticipación al proceso en que se decida participar) ha sido también de cuestionamiento sumario directo contra Palacio de Gobierno, aunque se diga que la estrategia viene de la cúpula tricolor.
En este caso no es Acción Nacional el actor central contra Palacio, o la sociedad en general que ha rechazado la reforma, es el propio Revolucionario Institucional; o mejor dicho, un poderoso segmento del PRI que se ha negado a aceptar las condiciones de comportamiento que les ha buscado imponer el duartismo y lo han confrontado en este y otros temas como la minigubernatura.
“La reforma es un contrasentido de lo que quieren los ciudadanos”, opinó de inmediato el exalcalde priista de Chihuahua capital y precandidato a la Gubernatura Marco Adán Quezada Martínez. Su declaración ganó espacios en todos los medios de comunicación estatales y varios nacionales.
En el Congreso del Estado, el diputado de la bancada marquista, Eloy García Tarín, rechazó votar la reforma junto con la mayoría tricolor y la chiquillada. La otra integrante de esta facción, Teporaca Romero, votó más en su función de abnegada esposa de Fernando Reyes, el del Movimiento Ciudadano, que de integrante del PRI, pues también es abiertamente contraria a Palacio e integrante del grupo cerrado de mujeres lideradas por el gran activismo de la exprimera dama de la alcaldía, Lucía Chavira.
Conociendo la lógica de Palacio, es posible estar de acuerdo en que dicha reforma tenía como destinatario “El Bronco de Chihuahua”, Marco Adán Quezada, y otros broncos (Mirone sigue sin descartar a Teto Murguía, por muy quietecito que lo veamos ahora checando tarjeta disciplinadamente en la oficina de Políticas Públicas que dispuso para él César Duarte dentro del Gobierno estatal), también a algún panista; lo cierto es que también ha resultado motivo de gran inconformidad y por lo tanto de gran costo para la imagen de Palacio.
El problema mayor para el gobernador no será que en la corte federal se resuelva a favor o en contra de los independientes como lo ha dispuesto la reforma: el sueño se lo deben quitar las corrientes tricolores más importantes del estado que ya actúan de manera independiente… sí, pero independiente de Palacio de Gobierno y en contra de sus proyectos políticos ulteriores.
No es Marco Adán el único en el PRI que está en la tesitura de rechazar la vara del gobernador. Lo hemos dicho aquí y lo repetimos, porque las cosas no han cambiado.
El baecismo fue excluido por completo de la comida a la que convocó Duarte en Casa de Gobierno; tampoco fue invitada “en tiempo y forma” la senadora y también precandidata a gobernadora Graciela Ortiz González… Tampoco estuvieron en el “Concierto del Triunfo” celebrado en la Plaza de la Mexicanidad la semana pasada. Otra precandidata, la también senadora Lilia Merodio, estuvo en la comida, pero tan es sabido el rechazo hacia ella, que no apareció con los brazos levantados durante el concierto junto con Teto y Enrique Serrano, siendo juarense… siendo precandidata, y estando presente en el evento.
También lo hemos dicho, y no ha cambiado la situación con la suma de los hechos descritos, el conflicto interno tricolor no tendrá solución en territorio chihuahuense o mediante actores políticos chihuahuense. Será Gobernación federal o la dirigencia nacional tricolor –una vez que cambie la dirigencia nacional– los que intervengan y anuncien al PRI responsable del proceso estatal del 2016.
Desde el muy modesto punto de vista mironiano, a Palacio de Gobierno no le queda otra que intentar un formidable golpe de timón, si no para recuperar la salud del 2010, cuando el baecismo, el tetismo, el chelismo, el patricismo, hicieron frente común para retener la Gubernatura, sí para acreditar la fama de habilidoso e inteligente en las lides políticas que tenía ganado.
El golpe de timón tiene que ver con la reestructuración del cuadro asesor completo por cuyos consejos andan las cosas como andan, y con un cambio sustancial en algunas conductas.
Las imágenes del desayuno de ayer encabezado por el exgobernador José Reyes Baeza en la chihuahuita Casona dicen más de lo que pueda agregar el escribidor en el desafío a Duarte: Víctor Valencia de los Santos, Alejandro Cano Ricaud, Oscar Villaobos, Marco Adán Quezada, cuatro cartas del exgobernador y del embajador en Costa Rica para el 2016; y muy pero muy posiblemente con el visto bueno de Osorio. Hubo una silla vacía en ese almuerzo: la del maestro Mario Tarango, que fue oportunamente convidado; no asistió porque no quiso, punto.
El gobernador lo leyó adecuadamente y su respuesta fue lacónica como contundente. Así mandó decir a Mirone: “no me subirán a ese ring porque mi prioridad es ahora Chihuahua”.
En efecto, pero si las cosas se siguen haciendo como hasta ahora, los resultados seguirán siendo los mismos, como repite con persistencia el asesor número uno del escribidor.