La clase política en el poder reserva para sus acuerdos bajo la mesa las respuestas a las “angustiantes” preguntas de Palacio de Gobierno y de algunos sectores sociales afines sobre la estropeada imagen del gobernador, César Duarte Jáquez, en su penúltimo año de gestión.
La ocasión para jalar ese tema ha sido el cuarto informe del mandatario estatal. Los políticos en el poder: opositores, priistas produartistas, priistas aduartistas, priistas antiduartistas, caminan con pies de plomo en eso de opinar sobre la administración estatal y su titular en el Poder Ejecutivo.
La realidad los brinca a todos. Sus conductas son oro molido para los estudiosos de la ciencia política, incluido desde Aristóteles hasta Maquiavelo, desde Rosseau hasta los boleros de las plazas chihuahuenses. Esos políticos esconden de los grandes reflectores lo que piensan, pero lo murmuran en voz baja por todas partes. De ahí que se haya generalizado hacia la ciudadanía la percepción de desaseo.
El propio gobernador aparentemente sufre por lo que ocurre. “Es un despropósito no reconocer los avances en las distintas materias”, repitió durante su comparecencia del miércoles ante el pleno del Congreso del Estado para entregar su informe. Fue más sutil en su informe político del viernes.
Duarte Jáquez ha enumerado con gran detalle todos los aspectos que desde su punto de vista significan pasos importantes en la administración pública estatal. Se concentra por mucho justo en el área de seguridad, desglosa educación, el incremento de empleos, inversiones extranjeras, etcétera… Ante el Congreso agregó también salud.
Pero ahí mismo, en ese escenario, ante diputados de todos los partidos políticos, ante todos sus colaboradores del gabinete y ante invitados de otros niveles de gobierno y empresarios, el gobernador no ocultó su desconsuelo: “estoy consciente de que he sido el gobernador más cuestionado, descalificado y criticado… pero no he perdido el rumbo ni me he detenido en atender esas descalificaciones”.
La confesión provocó asombro entre los asistentes tanto porque fue dicha en todas sus palabras por César Duarte como por las implicaciones que tendrá en un futuro muy próximo cuando arranquen las hostilidades electorales.
Pero no fue en el Congreso donde Duarte habló por primera vez y de manera abierta sobre la percepción de deshonestidad que hay hacia su gobierno. También lo hizo el 17 de julio pasado en el Salón 25 de Marzo de Palacio de Gobierno ante funcionarios de su gabinete, de segundo nivel, de tercero; y ante funcionarios públicos directivos de órganos autónomos.
Ahí los responsabilizó a todos por no defender el honor de la administración estatal; más todavía, dijo que mucho de los presentes ayudaban a propalar los señalamientos en contra de su persona y de su régimen
Por lo visto, aquellas palabras obtuvieron pocos resultados entre los oyentes
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La conspiración traducida en denuncias contra Duarte Jáquez, su esposa y varios de sus funcionarios, indudablemente ha venido a abonar al debilitamiento de la imagen de la administración estatal.
Esa conspiración tiene manos visibles –que exigen reconocimiento por su actuación– pero también tienen manos invisibles que por razones insospechadas han preferido el anonimato.
Lo dijimos el domingo pasado, la denuncia presumiblemente contiene los pelos de la burra a la mano. Aparecen ahí datos supuestamente precisos sobre gigantescas operaciones bancarias que involucran a los operadores financieros más próximos al gobernador del estado.
Un documento de tal naturaleza por lo menos deja la gran duda en quien lo lee sobre la reputación del denunciado; en este caso los servidores públicos aludidos.
Hasta el momento ninguna de las autoridades correspondientes ante quienes fue interpuesta la solicitud han dicho ni media palabra sobre el particular.
Mientras tanto, y con todo respeto para sus impulsores como para los aludidos en el documento de marras, no puede englobarse en otro contexto que no sea el del señalamiento público, mediático.
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En el Congreso del Estado es donde por excelencia los representantes populares pueden documentar con firmeza sus cuestionamientos. Los actuales diputados, priistas, panistas o cualesquier otro, tendrían acceso a toda la información si en serio se avocaran a conseguirla.
El miércoles del informe, los representantes parlamentarios jugaron a la estrategia electoral personal o grupal más que a una representación popular o siquiera partidaria. Llegaron completamente desarmados, sólo con posicionamientos políticos, sin un sólo dato. Lo hemos dicho aquí, no quisieron ir más allá de un raspón.
En esto debe reconocerse la ventaja que les llevan los conspiradores que si bien no son contundentes en sus pruebas al menos los detalles las hacen creíbles.
Duarte se atufó por momentos al recibir algunos cuestionamientos en el Congreso –o quizá fue apariencia– pero la verdad es que los legisladores no mostraron mayor interés por incomodarlo en serio. No se prepararon para exigir con mayor contundencia respuestas a las preguntas porque van por encima las negociaciones personales, de facción y grupales.
Esos leves rozones –más firmes por parte de la representación perredista– hablan precisamente del mar de fondo que brota como volcán en la opinión pública general reconocida por Duarte: “estoy consciente de que soy el gobernador más cuestionado…”
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Vale la pena retomar de manera textual algunos trozos del discurso de la diputada perredista, Hortensia Aragón:
“…El reloj político pareciera darle sentido distinto a cada acto de tal forma que lo que hace un año pudo haber sido una solicitud de recursos económicos para atender necesidades obvias del encargo, hoy pudiera convertirse en el acto de corrupción, malversación, enriquecimiento ilícito y robo en despoblado al erario público más descarado de la historia de Chihuahua… o bien el reloj político puede hacer de la más lamentable tragedia humana (Aeroshow) sólo un motivo de ajuste de cuentas políticas que no necesariamente signifiquen justicia para los deudos o castigo ejemplar para los responsables o irresponsables, como ustedes gusten llamarlos… la inseguridad misma será observada de otra manera a partir de ahora, de otra manera y de otra perspectiva, ya no en el estilo comparativo que tanto gusta a algunos de decir lo que se recibió como herencia de gobiernos anteriores y ufanarse de los logros alcanzados sin registrar con objetividad todo lo que falta por hacer”.
“Es más, este legislativo es ejemplo lamentable de lo que sucede cuando se echa a andar el reloj político electoral, ahí están las cuentas públicas que no han podido dictaminar (Chihuahua, Juárez, Delicias); hoy el reto es distinto, los ciudadanos sabemos que hay cosas que cambiaron para bien, nosotros como PRD las hemos reconocido sin regateo alguno, hemos aplaudido el esfuerzo en la cobertura educativa, en le generación de nuevas oportunidades de desarrollo económico del campo y la ciudad, pero eso hoy no basta y estoy convencido de que el Sr. gobernador lo sabe. El reto después de cuatro años de gobierno, no es pues decir cómo encontramos al estado, sino como lo vamos a entregar; repito: cómo lo encontramos ya lo sabemos, es más, lo sufrimos, lo que queremos conocer con claridad es lo que se está haciendo para no retroceder”.
Imaginen, estimados lectores, ese pronunciamiento expuesto con manzanitas y frijolitos; es decir, ¡con datos y números!
La diputada María Eugenia Campos Galván habló en representación de su partido, Acción Nacional. Aventó algunas indirectas “fuertes” pero dejó la gran sensación de que se guardó información sustancial para aclarar lo que ella misma pidió aclarar ahí:
“La antítesis de la transparencia hoy día se llama deuda pública: reuniones, comparecencias, encontronazos mediáticos pero A NADIE LE QUEDA CLARO el destino de los recursos”.
“Es alarmante la capacidad y velocidad de los niveles de deuda adquiridos por el gobierno. No nos satisface saber si fue la administración estatal pasada o la actual, más allá de la astucia y capacidad para endeudar a nuestra entidad, queremos saber y exigimos saber de forma respetuosa pero clara señor gobernador: ¿Dónde está el recurso federal invertido que se señala como deuda pública?”.
Más allá de la técnicamente incomprensible pregunta sobre los recursos federales “invertidos” que “se señalan como deuda pública”, la diputada pudo ser precisa en el monto de la deuda y la aplicación de los recursos originados de la misma. Su área es la fiscalización. Quizá permita a los chihuahuenses conocer sus datos cuando busque otro espacio de elección.
Fuera del órgano legislativo, los choques especialmente por el tema de la deuda pública, han tenido mayor estruendo entre la propio administración encabezada por Duarte contra su antecesor, José Reyes Baeza.
Han dado más que hablar esos desencuentros y han impactado mayormente a la figura del actual sexenio que lo aportado por la oposición.
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Podemos decir como conclusión que al finalizar el cuarto año al frente de la administración estatal, César Duarte se ve desesperado porque no mejora la penetración de su imagen entre la ciudadanía, ni ha aumentado el calado político, principalmente en su tierra.
Tiene razones para estar molesto con eso, porque ya entró a la recta final del mandato, que debe servir de plataforma de lanzamiento a otros proyectos, que sin duda están en la mira personal del mandatario.
Hay dos coyunturas políticas importantes en las que ha mostrado ese interés, y lo ha hecho evidente en la parafernalia con la que organiza la presentación de sus informes.
En octubre de 2012, cuando estaban por decidirse las nominaciones para las secretarías de estado, por parte del entonces presidente electo, Enrique Peña Nieto, Duarte optó por el formato de informe apabullante. Escogió el gimnasio Manuel Bernardo Aguirre, el escenario giratorio y el acarreo de masas para hablar de los resultados de su gestión ante 10 mil personas.
Fue más austero en el 2013, se concretó al Teatro de los Héroes en la capital del estado ante un público de 1 mil 500 personas.
Y en éste cuarto informe, recicló la estrategia sobresaturando el Palenque de Santa Rita, y reusando el mismo pódium giratorio.
No sólo en las formas muestra esas ansias por hacer notar los resultados de la administración estatal en rubros como la seguridad, salud, educación y empleo, también en el fondo político.
Lo hizo el miércoles ante el Congreso del Estado, cuando la crítica precisa pero sutil a la vez, de la diputada perredista Hortensia Aragón, le dio al clavo cuestionando el endeudamiento del estado y su activismo político a favor de su partido.
A Duarte le ganó el temperamento, tanto que sacó el discurso que ya tenía preparado para el evento político del viernes, y lo soltó ahí en la tribuna del Congreso, junto con la advertencia de que no le daría el gusto a la oposición de desbancar a su partido del gobierno.
El mismo reconoció luego ante sus allegados que le había ganado su vena parlamentaria, “me calenté”, les dijo.
Pero eso no es novedad. Hace seis meses por lo menos que el gobernador viene repitiendo el contenido del cuarto informe en la mayoría de sus actos públicos, con una que otra pincelada, dependiendo del público que lo escucha.
Ese tesón por repetir y promulgar él mismo sus logros, evidencian esa desesperación por la falta de correspondencia en la percepción positiva de la sociedad.
¿Por qué si estamos haciendo bien las cosas, siguen hablando mal del gobierno, y mal del gobernador?, parece preguntarse en su fuero íntimo el mandatario y ha dejado aflorar esa congoja, en sus reclamos públicos a los críticos y opositores.
Es evidente que esa mala percepción de su imagen personal y de la del gobierno, le pesan como plomo.
El viernes, desde el pódium del palenque de Santa Rita, ante su mentor político Emilio Gamboa Patrón, gobernadores de otros estados y representantes del poder económico, Duarte develó la razón de su molestia:
“Nuestro reloj histórico está sincronizado con las reformas del Presidente Enrique Peña Nieto”, dijo, y aparentemente con los tiempos políticos también.
Dependiendo del resultado de la elección federal del próximo año, su panorama político personal podría cambiar.
Peña Nieto estará realizando movimientos estratégico de entrada a la segunda mitad del sexenio y Duarte estará a un año de dejar el gobierno, de ahí que la mira del mandatario chihuahuense en el tercer tramo de la administración sea levantar su proyección local hacia el ámbito nacional.
Duarte tiene 51 años, al concluir la administración en el 2016, habrá cumplido 54 y lo hará cuando falten dos años para el término del sexenio de Peña Nieto. Le queda tiempo para ser incluido como miembro de Gabinete, y en una de esas ser considerado en cardenal, para pivotear el sueño más acariciado de todo gobernador: dar el salto a la silla presidencial.
“A Duarte le ven tamaños, por eso lo atacan tanto. ”, dijo uno de los amigos del Gobernador, convencido de que las capacidad y el talento político están subestimadas por los chihuahuenses.
Por eso la mortificación personal del mandatario, de que asuntos como la deuda pública y “los chismes” sobre su presumible opulencia personal y la supuesta corrupción en los primeros círculos del gobierno, no cesen a pesar de todo el empeño que se pone en disolver esas críticas.
Es el reloj político, ese reloj de Leduq tomado por la diputada Hortensia Aragón el jueves en el Congreso que hizo removerse lleno de orgullo a Duarte (aunque fuera sólo por un momento): “sabia virtud de conocer el tiempo”…