Ha llovido en la Iglesia católica chihuahuense desde que sus jerarcas tomaron el camino profano de la política y ocasionaron enorme agitación social. Tras amainar aquella tormenta llegó a la capital del estado Juan Pablo II, y 15 años después está por arribar el papa Francisco.
La evolución de la Iglesia católica en la entidad no ha transitado sobre rosas. El cómodo sosiego que hoy vive un arzobispo Constancio Miranda en su relación personal con el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, o un moralmente relajado obispo de Cuauhtémoc Juan Guillermo López Soto con algunos sectores del PRI, no es la parte de la historia que llame a interés actualmente.
La llegada del argentino Francisco a Ciudad Juárez obliga a una recapitulación de la historia reciente de la Iglesia en Chihuahua, hoy considerablemente alejada del movilismo político pero golpeada considerablemente por el avance del protestantismo y otras vertientes de la propia religión católica más apegadas a su tradición de origen.
Veamos el periplo: la arquidiócesis de Chihuahua cuenta con esta categoría desde 1958 otorgada por el papa Juan XXIII, aquel que convocara al Concilio Vaticano II. Para el final de los 60 fue nombrado como cuarto obispo y segundo arzobispo Adalberto Almeida Merino .
Almeida gobernó la diócesis de 1969 a 1991, en cuyo periodo la iglesia siguió las directivas del Concilio Vaticano II, restauró la curia diocesana haciéndola más pastoral, bajo un enfoque social.
En la década de los ochenta surgieron las comunidades eclesiales de base, que sirvieron de cimiento para las actividades político religiosas. Bajo el pretexto de apoyo a los más necesitados crearon un medio de activismo político.
En el sureste del país avanzaba inexorable el Evangelio preferencial por los pobres u «opción preferencial por los pobres” y el compromiso con la justicia social, que más tarde serviría para que el Movimiento Zapatista surgiera desde la selva Lacandona, con un discurso descontextualizado.
En Chihuahua, la Iglesia se involucró bajo el mando de Almeida durante los 80 en la política, a través de los principios sociales emanados del Concilio Vaticano II.
En mayo de 1983 escribió el arzobispo el texto “Votar con responsabilidad. Una orientación cristiana”, que sugería el papel del creyente en los procesos electorales. Daba la recomendación de ejercer el derecho político de votar, tomando en cuenta «el respeto a la dignificación de los pobres, la defensa de los débiles de la sociedad, y el rechazo de los que dominan por el poder el dinero, o por el poder autoritario”.
El 19 de marzo de 1986, en plena efervescencia electoral, publicó la carta pastoral, titulada «Coherencia cristiana en la política». Llamaba a ejercer el derecho del voto de manera crítica y razonada. Hacía recordar a los cristianos que debían aborrecer la corrupción, y sobre todo el fraude electoral, “que significa un acto mayor de corrupción”.
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Durante la movilización ciudadana posterior a la elección a gobernador de 1986, en la que el Partido Acción Nacional (PAN) había obtenido importantes victorias locales frente a la maquinaria del PRI, la jerarquía católica estuvo muy activa; amagó con cerrar el culto el día 20 de julio, días después de los comicios, a efecto de evidenciar el descontento de buena parte de la población de Chihuahua, protesta que no aconteció, pero que dejó evidente la militancia política del clero.
El entonces delegado apostólico Jerónimo Prigione fue quien rechazo las acciones a petición del secretario de Gobernación, Manuel Bartlett; don Adalberto acató la orden sin retractarse en su valoración negativa de las elecciones.
Al final el objetivo se había logrado, llamar la atención sobre “la violación de los derechos del pueblo de Chihuahua”, pero llegó como consecuencia un cambio radical en la estructura jerárquica de la Iglesia. El Vaticano mandó como coadjutor de Almeida al entonces obispo de Colima, José Fernández Arteaga (25 de enero de 1989).
Una vez recibido el poder Fernández inicia una revolución que no agradó a la curia local y a los mismos compañeros de Almeida y Merino. Significó un vuelco total en la pastoral social de la arquidiócesis. Esta pastoral simplemente desapareció.
Comenzó a desmantelar toda clase de actividad que tuviera que ver con la pastoral social. Neutralizó y desapareció a las comunidades eclesiales de base.
Lo anterior afectó al entonces obispo de la Tarahumara José A. Llaguno, quien dirigía la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos, conocida por sus siglas Cosyddhac. «Nosotros no somos jueces”, dijo el obispo recién llegado cuando Cosyddhac defendía cientos de casos de personas torturadas por policías de todos los niveles.
En 1990 envió Fernández Arteaga una carta al obispo emérito de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo. Le prohibía venir a Chihuahua invitado por el organismo de defensa de los derechos humanos para apoyar la campaña contra la tortura. Sabía que en el fondo de lo que se trataba era de activismo político.
Llaguno se quejó ante el presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana y el delegado apostólico, siendo este último el que le responde al obispo de la Tarahumara convertido en defensor de los derechos humanos: «Creemos que esta penosa situación no se hubiera dado si usted nos hubiera llamado para hacer las aclaraciones pertinentes. Aprovechamos para hacerle saber que estamos siempre dispuestos a un diálogo franco y abierto”. Otro revés a la izquierda del clero chihuahuense.
En este contexto se dio la segunda visita pastoral a México del papa peregrino Juan Pablo II. Chihuahua era una de las ciudades donde el pontífice haría presencia.
En mayo de 1990 México recibía al papa, que venía para “Ayudar a renovar la vida cristiana, impulsar la nueva evangelización e infundir aliento y esperanza en todos”… Chihuahua capital lo recibió el 10 de mayo, Día de las Madres, miles de voluntarios participaron en la organización. Se hizo una valla del aeropuerto a los campos Limas, hoy Deportiva Sur, donde se congregó una multitud de aproximadamente un millón de personas. En su mensaje exaltó el papel de las madres en la conservación de la fe, ponderó a la familia como base de la sociedad, y dijo:
“La familia ha recibido de Dios la misión de ser la célula primaria y vital de la sociedad. Como en un tejido vivo, la salud y la fuerza de la sociedad depende de la salud y fuerza de las familias que la integran. Por ello, la defensa y promoción de la familia es también defensa y promoción de la sociedad misma.”
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Por supuesto que otro de los actores y ejemplo de la política religiosa electoral en Chihuahua fue el obispo de Juárez Manuel Talamás Camandari, quien en las fechas que contextualizamos al inicio tuvo también una participación relevante al lado de Adalberto Almeida y Merino. No relevante, fundamental.
Aunque de inicio el obispo Talamás Camandari tuvo el rechazo de una parte de los fieles católicos que consideraban que Baudelio Pelayo debió haber sido el designado como obispo, pronto se ganó a los juarenses con su intenso trabajo pastoral, social e incluso político en parte a través de diversos libros de su autoría y como articulista en los principales diarios… Similiar a don Adalberto, Talamás Camandari emprendió el reordenamiento de la diócesis y promovió una pastoral de compromiso y justicia social influida por la teología de la liberación…
Al principio el prelado centraba sus pronunciamientos sobre la justicia social, posteriormente lo hizo sobre la democracia y los derechos civiles de la Iglesia.
“Por derecho natural nos pertenece participar en la designación de funcionarios públicos, por eso juzgamos que la ley que nos priva del derecho de votar es injusta. Deseamos que sea derogada… Los funcionarios electorales deberán ser los primeros en cuidar la limpieza del proceso electoral para darle al pueblo pruebas reales y contundentes de que los fraudes de años pasados no quieren repetirse”, escribía en 1983, en plena época electoral.
También le llegó su coadjutor: el 30 de abril de 1989, Juan Sandoval Iñiguez fue consagrado obispo coadjutor en Juárez, con derecho a sucesión. Posteriormente tomó posesión como obispo el 11 de julio de 1992, fecha en la que Talamás Camandari renunció por motivos de edad.
Sin embargo, la opinión de Talamás Camandari siguió teniendo influencia; en 1991 emitió, junto con seis obispos más de Chihuahua, un llamado a la ciudadanía a tomar conciencia de sus deberes cívicos.
Aunque duró apenas un par de años en Ciudad Juárez, Sandoval modificó la brújula de la Iglesia en la frontera. Su discurso fue categórico contra los matrimonios gay y a favor de la familia. Se enfrentó a la izquierda por la adopción por parejas gay, y comparó al aborto con los muertos por narcotráfico.
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Chihuahua tiene hoy un arzobispo de casa, mesurado, aunque, como dijimos arriba, bastante cercano al poder presidencial y también al estatal. Constancio Miranda Weckman es nacido en Las Cruces, Namiquipa, fue nombrado arzobispo el 29 de septiembre del 2009 y tomó posesión canónica el 19 de noviembre del mismo año ante la presencia de numerosos obispos y sacerdotes, así como del nuncio apostólico Chistophe Pierre. Recibió el palio arzobispal el 29 de junio de 2010. Ha convocado a tres asambleas diocesanas de pastoral y organizado la arquidiócesis por comisiones de pastoral tomando el modelo de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
En este nuevo contexto, el gobernador César Duarte se involucró en una acción religiosa que levantó gran polémica.
El jefe del Ejecutivo hizo lo que nunca antes había hecho un gobernador en el México posrevolucionario… En abril de 2013, en presencia de los responsables de los tres poderes del Estado, de la jerarquía eclesiástica y de su Gabinete, consagró el estado de Chihuahua al Sagrado Corazón de Jesús y a la Inmaculada Virgen María.
En el evento, que tuvo lugar en el gimnasio Manuel Bernardo Aguirre, de la ciudad de Chihuahua, se congregaron más de 10 mil personas; se encontraban los obispos de las seis diócesis del estado: Nuevo Casas Grandes, Cuauhtémoc–Madera, la Tarahumara, Parral, Chihuahua y Ciudad Juárez, con su jefe Renato Ascencio León.
Duarte Jáquez manifestó: «… Me consagro a mí mismo, a mi familia, a mi servicio público y a la sociedad; pido al Sagrado Corazón de Jesús que escuche y acepte mi consagración… Pido que me ayude y por intercesión del Inmaculado Corazón de María, le entrego a Dios y a su divina voluntad, todo lo que somos, todo lo que tenemos en el estado de Chihuahua».
El acto fue encabezado precisamente por el arzobispo Miranda Weckmann… y motivo de una denuncia ante la Secretaría de Gobernación y la Subsecretaría de Asuntos Religiosos, bajo el argumento fue que Duarte Jáquez violentó la Constitución al participar con carácter oficial en un acto religioso, el cual además se realizó fuera de los templos… Ese mismo día, el obispo de la Tarahumara, Rafael Sandoval Sandoval, reveló la finalidad del evento y abiertamente conminó al público a «elegir a gobernantes que tengan sintonía con Dios, porque si no nos van a destruir»…
Antes el PAN apelaba a la religiosidad de los chihuahuenses para fortalecerse como opción electoral, pues era el partido político que más se acercaba al catolicismo, ahora el PRI es quien capitaliza su relación con el poder eclesiástico.
Adaptarse a las diferentes problemáticas regionales del país, en términos de la supervivencia de la Iglesia católica en México, como en todo el mundo, tiene que ver con la capacidad de las diferentes corrientes de la Iglesia para trabajar en sectores tan diversos.
Pero en todo caso, la Iglesia católica es un actor político y social muy importante como para ser tomado en cuenta, y cualquier postura o posición jacobina para juzgarla en estos momentos sería completamente obsoleta. Si bien la Iglesia no tiene una presencia en la tradición democrática de México, sí tiene una presencia importante y vigilante en lo que es la política nacional en estos momentos. Así es y así será.