Por Redacción | 30 mayo, 2022
Brindar un servicio de auxilio para los cuerpos de seguridad es afrontar una batalla no solo contra el tiempo, sino también con la ausencia de nomenclatura, pavimentación y falta de movilidad en las calles de la ciudad.
Juaréz requiere de nuevos héroes anónimos que solo con un pequeño movimiento, puedan definir la posibilidad de que una vida sea salvada.
Se trata de los automovilistas que diariamente circulan por nuestras calles. Su cooperación es fundamental para que los cuerpos de seguridad, entre ellos la Policía, Bomberos, rescatistas y agentes viales, logren llegar a su destino a prestar el servicio requerido.
Por eso es importante que cuando observen los “códigos” –como se le conoce en el protocolo de emergencia a las torretas y sirenas encendidas–, la ciudadanía participe abriendo camino para que la unidad llegue lo más pronto posible a su servicio.
La ciudad en años recientes se muestra aún más complicada para circular: la mala calidad del pavimento, los baches y las obras inconclusas que irresponsablemente fueron abandonadas, hoy dificultan aún más el trabajo de las fuerzas de emergencia.
Las historias que a continuación se narran son reales. Los nombres de los pacientes, paramédicos, policías y bomberos, así como las direcciones exactas y los días en que los eventos ocurrieron, fueron cambiados por cuestiones de seguridad.
Quienes prestan su vida para salvar otras vidas cada jornada se encuentran en su camino historias que van desde el final feliz hasta el desenlace fatal. Su labor consiste en brindar seguridad, prestar los primeros auxilios y traslado.
Cada día deben resolver problemas que van desde el tráfico, las malas condiciones de la infraestructura urbana o de las unidades que tripulan, hasta la inseguridad en la ciudad.
La incomprensión de los mismos automovilistas para ceder el paso, puede ser para estos prestadores de servicio, el momento que define un asunto de vida o muerte.
Antes de iniciar su labor, los cuerpos de seguridad revisan que el vehículo esté en condiciones óptimas, esto implica que el turno saliente de rescatistas se haya encargado de lavar la unidad y hecho un reporte del estado mecánico del automotor.
Una vez que se recibe la unidad, esta se abastece con implementos de primera necesidad. No debe faltar nada. Asimismo de debe tener lista una bitácora, donde se va llenando la hoja revisión del paciente. En ella se incluyen los datos generales de la persona atendida, así como también sus signos vitales y afecciones.
La primera petición de auxilio puede recibirse en los primeros segundos de iniciado el turno.
¡Usted puede convertirse
en uno de nuestros héroes!
Siga estos pasos si detecta una unidad con los códigos encendidos:
Si la avenida es de un carril, debes hacerse a la derecha lo suficiente para que la unidad de emergencia logre librar el paso.
Si la avenida es de dos o más carriles, los autos que circulen deben bajar su velocidad y hacerse a los extremos, eso permitirá que la unidad avance.
Conserve la calma en todo momento y evite detener completamente la marcha para que la unidad pueda maniobrar
Es común que durante las emergencias, haya automovilistas que quieran aprovechar la situación y seguir a la ambulancia para pasarse altos y semáforos. Si usted ha sido uno de ellos, no lo haga. Además de incrementar las posibilidades de otro accidente, también puede ser sujeto a una infracción.
La URGENCIA que pocos entienden
Una ambulancia se dirige a la colonia Infonavit Casas Grandes, donde un motociclista, sufrió un accidente. Nuevamente las torretas retoman colores fulgurosos y al compás del incesante ulular, recorre a toda velocidad las venas de Ciudad Juárez.
Es la tarde del fin de semana y las principales calles tienen alta actividad, pero es preciso llegar lo más pronto posible y se debe apostar a que los automovilistas lo comprenderán. Pero eso no siempre sucede.
Cuidando no golpear otros vehículos, abriéndose paso entre los camellones o los vialetones de la ciclovía y la ruta troncal, cruzan por donde los semáforos aún marcan rojo, para lograr llegar a su destino.
Mientras se hace entrega del paciente se recibe una nueva llamada, hay un reporte de una persona atropellada en otro sector de la ciudad.
Pero la llamada es infructuosa, no hay nadie en el crucero. En cada turno, explican los paramédicos, se reciben algunas llamadas que ellos denominan “salidas en falso”, ya que se trata de bromas por parte de algunos usuarios.
Por cuestiones de seguridad, cuando existe un alto grado de peligro, por protocolo acude primero una patrulla a verificar los hechos y resguardar la escena. Tras ella siempre va la unidad de auxilio. Se trata de otra salida en falso, una más, en este día.
La actividad no disminuye en la madrugada
En las calles de la Zona Centro se encuentra un hombre tirado en el piso; se reciben varias llamadas, son las 12:24 am y se envía una unidad; el paciente en cuestión, tiene la boca rota y sangrante, se reporta de inicio.
Allí está la Policía. El herido de aproximadamente 30 años de edad, tiene signos de alcoholización. Luego de hacer las revisiones primarias, es trasladado al Seguro Social y tras musitar palabras ininteligibles, vomita sobre los paramédicos, como consecuencia de la noche de excesos.
Una vez llenada la papelería de entrega del paciente, se reporta a central. Todo está en aparente calma.
Se hace entonces una parada para comprar alimento, en una taquería. Cuando se sirven los platos y los vigilantes de la seguridad ciudadana se disponen a dar la primera mordida al taco, tal y como ocurre con la clásica escena de película de un policía intentando comer una dona, un nuevo llamado interrumpe la degustación. Hay que salir rápidamente a las faldas de la Sierra de Juárez, ya que se reporta una persona herida por arma de fuego.
Entre barrancos y desfiladeros se vuelve más difícil llegar al destino de auxilio. Un grupo de vecinos radicados en lomas adjuntas al camino por donde los paramédicos tratan de cumplir con su trabajo, hace señales angustiosamente y trata de indicar el camino más factible para acercar la ambulancia a donde se encuentra el herido, los GPS no siempre indican los caminos reales en nuestras calles.
Luego de sortear lomas en exceso donde se carece de pavimentación, batallar con las pendientes que ponen en riesgo el avance del vehículo y gracias a la ayuda de vecinos que permanecen atentos a la llegada de la ambulancia, se logra dar con el paciente que se encuentra en una de las viviendas ubicadas justo en las faldas del Cerro Bola.
Afuera de la casa, en unas sillas que hacen las veces de camilla, se encuentra un adolescente de 16 años de edad, aún consciente, que presenta tres orificios al parecer de impacto de bala de bajo calibre o escopeta.
Los paramédicos estiman que los proyectiles que lesionaron al adolescente son de calibre .22, los cuales tienen salida por el costado y brazo izquierdo y presumen que pudiera haber perforación de pulmón.
No hay nombre, ni parientes o conocidos del herido. Nadie en el vecindario lo conoce, solo saben que ahí se juntan en esas calles. El joven comienza a agredir verbalmente a los paramédicos y estos, acostumbrados al trato, lo inmovilizan para poder continuar con las curaciones.
Al lugar, donde previamente fue asegurada la escena por la Policía, llegan refuerzos y se aplican los primeros auxilios para estos casos. Una vez atendido, el adolescente es trasladado en la ambulancia y a bordo de ella cambia su actitud agresiva y ahora busca consuelo entre los rescatistas, incluso, agradece que le hayan salvado. Pero su realidad es otra.
Son casi las dos de la mañana. Mientras el chofer está atento a los excesos de velocidad de algunos conductores, en voz baja, otro de los rescatistas comenta que esas lesiones son de las más graves, ya que la bala de este tipo de calibre hace estragos en el organismo porque es muy difícil de localizar, debido que continúa avanzando dentro. Las balas de mayor calibre casi siempre atraviesan el cuerpo.
Para cuando arriban con el joven al hospital y ya lo reciben, se empiezan a dar signos de pérdida del conocimiento. "Probablemente no pase la noche", asevera fríamente uno de los rescatistas.
Mientras regresan a la base, ambos prestadores de este servicio coinciden en que lo más difícil de su labor es dar la noticia de que una persona ha fallecido.
Las llamadas no cesan
A las 4:48 am hay un nuevo llamado, un incendio en un sector de complicado acceso, al poniente de la ciudad. Para fortuna de los rescatistas, las corporaciones de Seguridad han llegado previamente al lugar de los hechos y una de ellas sirve de guía a la ambulancia.
Al llegar hay un hombre que se encuentra en estado grave. Mientras los bomberos sofocan las llamas, los trabajadores de la salud se dan cuenta que ya no hay nada por hacer. Es ahora el momento más difícil para el rescatista: hay que dar la mala noticia a la familia.
El llanto rompe la quietud de la madrugada. De manera callada, los rescatistas toman sus instrumentos para dirigirse de nueva cuenta a la estación. Solo se quedan los elementos de seguridad a la espera de los servicios forenses.
Hay más historias que narrar de esta misma noche, de todas las corporaciones, que luego de recorrer distintos puntos de la ciudad, ven la llegada del día. Para ellos no solo se acabó un turno más. Es tiempo de ir a casa, abrazar a los suyos y mañana, volver a estar listos para servir a la comunidad.