El narcotráfico en el continente americano es algo cada vez más incontrolable, como un monstruo que lo devora todo a su paso, y no fiscaliza solo el arte, sino cada aspecto de las sociedades modernas, dice la cineasta y escritora uruguaya Jimena Antoniello Ligüera a Norte Digital.
Sus andares por toda Europa, parte de África y el continente americano la llevaron no sólo a convertirse en ciudadana del mundo sino a entender la cultura, la política y los movimientos sociales desde una perspectiva ‘fuera de lo normal’.
Aunque en su familia directa no hay nadie relacionado con el arte, Jimena ve en su (tío)bisabuelo paterno Enrico Caruso, cantante de ópera y en una de sus abuelas que escribía poesía, parte medular de lo que ahora hace en Los Ángeles, ciudad donde actualmente radica.
La artista recorre su vida en una entrevista en la que habla de todo: desde su padre marino, los problemas económicos y sociales en latinoamérica y cómo se viven el arte y la cultura en Europa y los países sudamericanos, entre otros temas.
La génesis de un largo viaje
Jimena creció en Montevideo hasta los 20 años, en el barrio del Prado, donde fue a la escuela y al colegio. Dice que aún conserva a todos sus amigos de ese lugar, aunque dice con nostalgia que ya están desperdigados por la ciudad.
“Mi infancia fue feliz, aunque con los inconvenientes de cualquier niño o niña en un país de Latinoamérica… Hay miedos, inseguridades, carencias, falta de oportunidades. Pero ilusión no falta, y eso mueve el mundo. Siempre me gusta quedarme con las cosas positivas”, sostiene.
Ella fue la única, dice, que se fugó del país y del continente, por eso a veces le da nostalgia no ver crecer a los hijos de sus amigos de la infancia a los que considera ‘amigos para siempre’.
Sus primeros contactos con el arte
La música y la pintura le abrieron la puertas del arte.
“De chiquita quería ser pintora o dibujante, se me daba bien, pero lo dejé. Después descubrí la música y mi mundo cambió completamente. Ahora me es inimaginable no estar escuchando alguna melodía a cualquier hora del día”, añade.
Jimena cree que su vida tiene su propia banda sonora. Para la uruguaya la música es sublime porque acompaña y entiende.
“Estudié guitarra con mi hermano pequeño en un Conservatorio, nos duró tres años, hasta que la Universidad me hizo dejarlo por falta de tiempo. Pero aún de vez en cuando mi Fender me acompaña. Luego estudié actuación y teatro, varios años, alguna obra en el escenario, pero también dejé. Creo que porque la literatura ha sido siempre lo que más me ha apasionado”, dice la artista.
Con el tiempo decidió que si bien le gustaban varias áreas dentro de las Humanidades, la literatura era a lo que quería dedicarse, en todas sus formas y géneros.
Desde los 12 años Jimena no ha parado de escribir. Recuerda que su frenesí literario comenzó cuando a esa edad compró un cuaderno con el fin de acumular cuentos.
Luces, cámara y acción
“Con el Cine y la TV fue curioso. Hace unos años, varios ya, acababa de terminar de leer una serie de novelas de una escritora norteamericana y de casualidad enganché con una serie basada en esas mismas novelas”, indica la autora del poemario Modo Indicativo.
Jimena, la uruguaya de los ojos de universo, se enamoró de las posibilidades del audiovisual y del guión, así que estudió para eso y es parte de lo que hace en Los Angeles.
“El cine es un forma magnífica de hacer soñar a las personas, en el sentido que cada uno quiera darle. Hay magia, y poder contribuir con todo ello es satisfactorio. El cine da alas a todos, incluidos los que nos dedicamos a ello”, afirma la poeta con varios libros publicados y decenas de colaboraciones en revistas de al menos diez países.
El arte en la sangre
En su familia directa no hay nadie relacionado con el arte, pero su (tío)bisabuelo paterno Enrico Caruso, era cantante de ópera.
“Dicen por ahí que alguna de las abuelas de mi madre escribía poesía. La verdad es que en la familia materna, los Ligüera son mucho más intelectuales que otra cosa, con todo el peso que la palabra conlleva. Aunque un regalo también porque ilumina el camino de lo trascendente”, presume la uruguaya.
Aunque agradece las oportunidades que ha tenido en cuanto a su formación y educación, asegura que hay ‘un extraño peso familiar que dice que tenés que ser bueno en lo que hagas, sea lo que sea’.
“Hay cierta esencia innata en lo que elegimos hacer. Si nos volcamos a realizar nuestras pasiones, me gusta creer que uno no escapa al designio de sus cromosomas”, expone la artista.
La importancia del arte en latinoamerica
La artista uruguaya acepta que la cultura en latinoamérica siempre ha estado perfilada por la situación social.
“En todos los países, pero la realidad nuestra hace que este aspecto tenga mayor peso. El arte, sobre todo la literatura, en américa es la que ha marcado los grandes cambios, las pautas de muchas épocas sociales y ha sido estandarte de batalla para muchas ideologías”, reconoce.
Está convencida de que cualquier sociedad se apoya en su cultura para avanzar y construir una identidad propia.
“De eso se trata la cultura, de verse reflejados en una serie de aspectos que encierran la memoria de los pueblos. Que hace que sintamos que tenemos raíces y que pertenecemos a algo más que a un sitio en un mapa”, dice.
Piensa que el arte y la cultura siempre han sido utilizadas en latinoamérica para la crítica y el enfrentamiento ideológico, y no como un ente autónomo.
“No digo con esto que me parezca una cuestión descabellada, porque tiene su lógica, los que tienen la posibilidad de expresarse y ser escuchados tienen una obligación (casi)moral de hacerlo. Pero el exceso hace que se produzcan enfrentamientos llenos de egos y puntos de vista que muchas veces hacen sentir vergüenza ajena”, suelta como pequeños golpes en sus respuesta.
Jimena está segura de lo que habla, tanto como que un día volverá a hacer maletas para irse de Los Ángeles y seguir recorriendo el mundo, su mundo. Por eso la adrenalina no sale ni siquiera de sus palabras.
El arte es arte, más allá de lo que unos u otros piensen. Y debe ser para todos y representar a sus creadores. Luego están los gustos para hacerse eco de ésta o no. “No se puede obligar a las generaciones a consumir ciertos bloques artísticos porque algunos los consideren mejores o peores, ni se puede obligar a los artistas a prostituirse, por los mismo motivos. Libre albedrío. Hay que arriesgarse, saltar al vacío, sentir la adrenalina de ser auténtico con uno mismo”, asegura Ligüera.
En cuanto a cómo el narcotráfico ha impactado al continente dice que algunos aprovechan lo que otros padecen y eso marca a los pueblos.
“El mundo que hemos construido es tremendamente injusto y obedece a lo peor del ser humano, que a mi modo de ver es la codicia y sus derivados. Luego hay mucha falta de información. Pero esa es la historia más vieja del mundo. Sin información hay control de masas. Y eso es precisamente lo que ocurre”, agrega la uruguaya que vivió algunos años en Madrid, España.
Su motor de viajera
Si por Jimena fuera viviría en un viaje infinito. No le queda más que aceptar que si vive mucho tiempo en un lugar se siente atrapada.
“Supongo que mi padre, marino, tiene que ver en esto. No sé. Es una forma un poco romántica de verlo, pero él ha dedicado casi toda su vida a viajar, aunque fuese por profesión y por necesidad, y supongo que algo de eso he heredado. El mundo es un lugar maravilloso que vale la pena recorrer. Uno se queda chiquitito si se encierra. Las fronteras son únicamente mentales. Bueno, está bien, y económicas, de eso no cabe la menor duda”, opina la escritora.
Supone como poeta que es, que algún día llegará a la luna, o a Marte.
Viajar la hizo crecer intelectual y emocionalmente. La hizo ver, dice la autora, lo pequeño que es cada quien en comparación con lo que hay afuera.
“Con los viajes he aprendido que los amores son para siempre. Y que el ser humano es admirable en todas su facetas. También he aprendido, a mi pesar, que cuando vives en más de un sitio, tu corazón se quiebra para siempre, ya no perteneces a nada. Porque eres de todos lados.”, responde con la nostalgia a cuestas.
Los trotamundos saben de qué habla Jimena. Su familia está dividida entre América del Sur, España, Francia, México y Estados Unidos y espera seguir ampliándola.
“Si estoy con la gente que quiero, con mis amigos, con mis colegas, entonces siempre estoy en casa. ¡Ciudadana del mundo!, solía decir mi padre. Todavía lo dice, como con un extraño orgullo paternal cuando me mira a los ojos”, manifiesta la joven nacida en Montevideo.
La diferencia en Europa y América
Si hay algo que le parece evidente es que entre ambos continentes hay un trasfondo histórico que marca las pautas del arte.
“En mi caso, haber vivido tantos años en Madrid y en Montevideo, y ahora en Los Angeles, me ha dado un perspectiva diferenciada de los grandes bloques culturales. Porque los hay. La ventaja de Europa es el tiempo y la historia”, reconoce la autora.
El resto, añade, somos más nuevos, más jovencitos. Explica que en Europa se respeta mucho a la cultura y al arte, y se le da importancia.
“Se disfruta y se consume como algo fundamental a cualquier edad. Tanto Teatro, como Pintura, Audiovisual o Literatura. Y se me quedan más en el tintero. Cómo se vive y se disfruta de las posibilidades culturales en el viejo continente es un placer rotundo. En los otros países en los que he estado, se va más lento, con más cautela, no hay tanto consumo y tampoco oferta. Y los prejuicios están a la orden del día; así somos los latinos de este lado del océano. En realidad somos unos miedosos”, expresa Ligüera.
La artista uruguaya dice que ni hablar del cine y la TV en Estados Unidos. Eso no tiene prácticamente competencia, y no se refiere a calidad o estilo, se refiero a la industria.
“La mitad del país se nutre del séptimo arte. Es una locura en el buen sentido de la palabra. Y una de las cosas buenas que tienen los del norte es que son bastante abiertos cuando se trata de acoger talentos. Son curiosos, y eso es lo que les falta a los Europeos, por ejemplo. En el sur todavía estamos lamiéndonos ciertas heridas del pasado que no nos dejan ver con claridad los tiempos que corren. Pero esto da para todo un tema aparte”, finaliza la poeta.