Se desbordan las presas… y las pasiones también
Fuentes cercanas al conflicto, mironianas a toda prueba y que en verdad le saben a ese delicado tema del almacenaje de agua a gran escala, nos comentan que la presa La Boquilla, la más grande del estado, debe abrir compuertas cuanto antes.
¿Por qué? Porque, al corte del 7 de septiembre, ya estaba al 70 por ciento de su capacidad, con un caudal de 2 mil 13.60 millones de metros cúbicos de agua guardada detrás de su enorme cortina.
En un estado que sufre hasta diez años seguidos de intensas sequías, esa es una magnífica noticia, pero no para las poblaciones que pueden recibir el golpazo del agua que baja embravecida desde los montes chihuahuenses, brinca cortinas de las presas y no le para a su recorrido hasta alcanzar el cauce del Río Bravo. Lo que se atraviese en el camino, “con la pena”, porque el agua tiene su ruta y no la va a cambiar ni aunque le rueguen.
Así que el Gobierno del Estado, que es el que ha cargado con la peor parte, reparar los daños causados por las lluvias, evacuar personas y auxiliar a comunidades enteras, planea abrir una de las compuertas de La Boquilla, antes de que se llene.
El problema, nos dicen mironianas fuentes muy bien informadas, es que una presa de ese tamaño –está entre las más grandes del país– está apenas a tiempo de aligerar su carga antes de que se convierta en un verdadero problema.
Es decir, nos explican que debe abrir su cauce antes de que llegue al 85 por ciento de su caudal, porque si alcanza el 90, ya difícilmente se podrá hacer algo.
Si el agua llegara a brincar la cortina, seguramente veremos un hermoso espectáculo digno de tomarse la foto delante de nuestra “Niágara” de temporada, pero la gente de Ojinaga no la tendrá tan fácil, porque ellos serán los que reciban el golpazo del agua. ¿Qué no? Ya les ha pasado en años recientes, con desbordamientos de las presas Las Vírgenes y El Granero tan letales que casi ni la cuentan.
Hasta ahí, el asunto está para que lo entienda cualquiera. El problema empieza cuando los productores agrícolas que se benefician del agua de La Boquilla no quieren que se abran sus compuertas. ¡Nos quieren robar el agua!, dicen, como si fuera de ellos y no propiedad de la nación.
El escenario catastrófico no para ahí, pues la Conagua ha dado tan mal mantenimiento –o nulo, nos dicen– a esas instalaciones que parte del equipamiento de la presa está oxidado o maltrecho tras años de no recibir mantenimiento.
Y falta lo peor: que el mentado bordo de protección de Ojinaga está hecho un queso francés, es decir, lleno de agujeros, así que los ojinaguenses están ahora mismo rezándole a todos los santos para que no se llene la Boquilla y El Granero deje de verter.
Ahora todo está en manos no de la Conagua, que se ha hecho la desentendida, sino de la operación política del secretario general de Gobierno, César Duártegui, quien ha mantenido las negociaciones con los productores, a quienes ya les advirtió que sí necesita guardar agua, pero antes hay que salvar vidas.