Las “mujeres que deciden” estuvieron de plácemes el 8 de marzo. Fueron agasajadas con un desayuno en el patio central de Palacio y una cena en Pueblito Mexicano, la sede del Gobierno estatal aquí en Juárez. Así conmemoraron ellas y la administración estatal el Día Internacional de la Mujer.
Omnipresentes en ambos eventos, destacaron los rostros de algunas mujeres poderosas: Leticia Corral, Luz Estela Castro, Emma Saldaña y Rocío Reza. Ellas son la fuerza básica femenina del nuevo amanecer. Sin embargo, desde los espacios públicos de decisión o de influencia que ahora ocupan, no se les observa verdaderamente enfocadas en la problemática real y cotidiana de cientos de miles de congéneres.
El discurso oficial de ellas y ellos en el nuevo gobierno habla de políticas transversales y perspectiva de género en programas, acciones, presupuestos y actividades de las instituciones públicas; palabras que el grueso de las mujeres no entiende. Son un zumbido incomprensible a sus oídos.
A muchas de estas mujeres el nuevo argot político sobre equidad de género les valió, precisamente, llegar a las posiciones de decisión que ahora ostentan, pero una vez ahí no se les ve arremangadas, con el mazo en mano, para derrumbar las trabas burocráticas y vicios que atoran la atención a los problemas de las chihuahuenses.
¿Qué ha hecho este grupo de mujeres que deciden para enterarse, primero, y después buscar soluciones al gravísimo problema de miles de pacientes juarenses de escasos recursos, en riesgo de contraer cáncer de mama porque hay un solo mastógrafo en un lejano centro comunitario, insuficiente para llevar programas de prevención, mientras que otro permanece inhabilitado por falta de recursos?
¿Siquiera sabrán que hay cientos, si no es que miles de mujeres juarenses enfermas de cáncer, que no reciben medicamentos oncológicos en el sistema estatal de salud, y cuando los obtienen deben esperar meses para continuar con el tratamiento de radiación protocolario porque en Juárez no hay un hospital que cuente con un acelerador lineal, y tienen que buscar espacio para viajar a Chihuahua?
¿Acaso se han interesado en acercarse a los grupos de pacientes de cáncer para escucharlos y enterarse de la situación que enfrentan?, ¿tendrán idea de que para miles de mujeres juarenses esperar dos o tres años a que se haga realidad el Hospital de Cancerología equivale prácticamente a un sentencia de muerte?
Se puede apostar, doble contra sencillo, que no lo saben. En el mejor de los casos, con suerte tienen alguna noción, pero no el interés de entrarle a esos temas; no son igual de mediáticos ni rinden réditos políticos.
El trabajo de las mujeres en el nuevo amanecer es un reto monumental. No es suficiente que el gabinete estatal tenga paridad de género exacta ni que haya crecido un 38 por ciento la presencia de las mujeres en puestos de segundo y tercer nivel de la administración estatal.
El primer desafío de todas es con ellas mismas, para darle congruencia al discurso feminista en las acciones de gobierno.
En estos casi seis meses de gobierno, algunas de estas mujeres empoderadas en el nuevo amanecer no han resistido la prueba del ácido, si de congruencia se trata. Lucha Castro, Alma Gómez, Emma Saldaña y Blanca Gámez bajaron el tono de voz, si no es que callaron, en torno a los casos de asesinatos de mujeres registrados en ese periodo.
Dos casos emblemáticos demuestran ese vuelco. En los últimos diez días fueron asesinadas dos niñas: una alumna de secundaria en Parral, cuyo cuerpo fue encontrado en la periferia de esa ciudad con huellas de violencia sexual y golpes; otra, de 13 años, atacada a balazos en el poblado de Baborigame.
En los buenos tiempos de la lucha de Lucha Castro, lo menos que hubiera hecho sería enviar un comunicado por parte del Centro de Derechos Humanos de las Mujeres (Cedehm) condenando el homicidio de niñas, rematado por la frase “ni una más”.
Ella guardó silencio y el relevo generacional del Cedehm también. Todo por la dilatada Judicatura y la próxima Fiscalía de Derechos Humanos, que no acaban de fraguar.
Pero así como estas nuevas encumbradas mujeres callan, están las silenciosas del sexenio duartista, que ahora gritan a todo pulmón en la tribuna del Congreso enarbolando la bandera de los feminicidios, como sucedió con las integrantes de la llamada bancada rosa del PRI el martes pasado.
La diputada priista Isela Torres, que en los últimos 25 años ha ocupado tres veces una curul en el Congreso del Estado y desde ahí y otros puestos públicos veía indiferente aumentar las estadísticas de las muertas de Juárez y el fenómeno de violencia hacia las mujeres en todo el estado en los sexenios de los gobernadores priistas Patricio Martínez, José Reyes Baeza y César Duarte, ahora vino a descubrir su vena sensible sobre el tema.
Bienvenida la presencia de las mujeres en los espacios de decisión política, pero ni su mayor presencia numérica ni el discurso de la equidad de género garantizan las políticas públicas, las acciones de gobierno efectivas a favor de la población femenina. No será así mientras ellas no transformen las prácticas que son comunes a toda la clase política, de la simulación e incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Ya teníamos la experiencia de que, sin distinciones de signo partidista, el poder los hace iguales; ahora podemos decir que a todos y todas, también sin diferencia de género.
La opacidad del nuevo amanecer
Mucho dinero de los contribuyentes y sus esperanzas puestas en generar instituciones de contrapeso al poder político se fueron por la borda el jueves, cuando los comisionados del Instituto Estatal de Transparencia y Acceso a la Información destituyeron al presidente del organismo, Rodolfo Leyva Martínez, en una acción que difícilmente puede desvincularse de su negativa a una orden de Palacio.
Desde noviembre pasado las presiones interinstitucionales por colocar a Ricardo Gándara –marido de la secretaria de la Función Pública– dentro de la estructura del Ichitaip, se hicieron sentir. Se pretendía que el personaje tuviese mayores méritos para aspirar a un asiento como comisionado dentro del Consejo General del organismo transparente.
Él mismo no tuvo empacho en hacer sentir que tenía la bendición oficial para buscar esa posición, previo al proceso de selección de nuevos comisionados convocados por el Congreso del Estado.
No pudo Gándara penetrar al Ichitaip con antelación para posicionarse mejor, tampoco logró una calificación destacada en el examen de conocimiento y las entrevistas realizadas ante diputados del Congreso. Quedó fuera de la jugada, pero ni él ni su esposa desistieron en sus propósitos.
Tampoco dieron marcha atrás cuando, una vez electos los nuevos comisionados y designado el nuevo presidente en la figura de Rodolfo Leyva Martínez, el avispado consorte insistió en obtener el espacio soñado por la vía de la designación.
No lo logró, a pesar de que por él empujaron en nombre del gobernador del estado, Javier Corral, diferentes personeros; desde el coordinador de la mayoría panista del Congreso, Miguel La Torre; el presidente del CDE del PAN, Fernando Álvarez, y el secretario general de Gobierno, César Jáuregui Robles.
Cuando al final se perdió la esperanza de abrir cancha en el organismo transparente –donde ya había trabajado como capacitador–, los cabilderos del nuevo amanecer le buscaron espacio en una de las cuatro direcciones ejecutivas que serían renovadas en el Instituto Estatal Electoral (IEE). Tampoco tuvieron éxito.
De hecho, a la misma hora que el IEE votaba las nuevas designaciones se llevó a cabo la sesión extraordinaria del Ichitaip, en que la comisionada Amelia Martínez Portillo introdujo en asuntos generales la propuesta para destituir al presidente del organismo. La sesión fue transmitida en vivo por redes sociales, y la discusión entre los comisionados no dejó duda de que la manzana de la discordia fue el hasta entonces fallido intento de conseguirle colocación al que ya se le identifica en todo el estado como “el marido del año”.
El derrotero legal y político que siga la crisis institucional causada por este personaje marcará los cuatro años y medio que restan al gobierno del nuevo amanecer. De eso no hay duda.