El nuevo régimen estatal encabezado por Javier Corral Jurado no será dulce. Se viene perfilando como una administración potencialmente enérgica, mimetizada por completo en la figura del gobernador.
Sería aventurado y hasta irresponsable definir si lo anterior será bueno o malo para los chihuahuenses, porque el análisis conducente llegará junto con los resultados ya puestos Corral y sus colaboradores en el ejercicio del poder.
El nuevo gobernador ha permanecido por dos décadas y media en la vitrina de la opinión pública, ejerciendo funciones de dirigente partidario, de tribuno, de legislador y de analista político; su tablet no descansa ni de noche ni de día. Pocos políticos como él escriben con semejante profusión.
Ha participado en muchas campañas electorales. Nunca, sin embargo, ha manejado la administración pública. Ha criticado, sugerido y hasta fiscalizado el manejo de la tienda, pero nunca ha estado al frente de ella. Estamos a punto de saber cómo lo hace. “¡Qué emoción!”, dirán los que observan desde la barrera.
En días pasados el PAN estatal informó de una reunión que Corral tuvo con los diputados electos del blanquiazul. Obviamente fueron desglosadas las bondades de ese encuentro, como el inicio del diálogo, la comunicación y la necesaria afinidad que deberá haber entre dos instancias de Gobierno surgidas del mismo partido.
Pero el gobernador puso ahí los puntos sobre las íes en un aspecto ciertamente inesperado: la exigencia casi expresa porque los diputados panistas no instalen oficinas de enlace en sus distritos, como es costumbre entre todos los legisladores desde hace mucho tiempo.
La explicación dada tiene qué ver con el gasto innecesario de recursos y la duplicidad de funciones con aquellas áreas del Ejecutivo, y hasta de los municipios, que deben cumplir con su responsabilidad integralmente. Hasta ahí bien.
Los más maliciosos, o los menos ingenuos, concluyen que el retiro de las oficinas de enlace quitará a los diputados capacidad de maniobra entre el electorado y los debilitará políticamente hacia la búsqueda de la reelección. Los diputados tienen muy poco tiempo para reafirmar su presencia en sus distritos y considerar someterse nuevamente al electorado. En año y medio deben empezar en forma su nueva campaña.
Esos poco ingenuos no tienen duda de que el propósito de Javier no es otro que impedir la reelección, porque la mayoría de los 17 diputados panistas obedecen a la rienda del dirigente estatal, Mario Vázquez, y no a la propia; es decir, Corral necesita de diputados propios para su segundo periodo, el de tres años, 2018–2021.
El gobernador hizo lo que pudo por asumir el control los 17 diputados azules pero los vazquistas, por lo pronto aliados con el Dhiac–Yunque se hicieron por la fuerza de la coordinación parlamentaria, con Miguel Latorre al frente. A Corral le dejaron un plato de segunda mesa: la Presidencia del Congreso por un año, con Blanquita Gámez.
En una segunda ronda de negocias entre los tres grupos el gobernador ha recuperado su autoridad entre el panismo y logrado la Presidencia del Comité Directivo Estatal (CDE), pero se quedó sin la enchilada completa porque cedió la Secretaría General al vazquismo. Fernando Álvarez Monge, quizá el principal operador político interno de Corral, será el presidente; el secretario será Gabriel Díaz.
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Para el gobernador electo ha significado un martirio esta etapa de la transición entre el triunfo del 5 de junio y su toma de protesta, agendada para el martes de la semana próxima.
Quiso hacerse del control completo del Congreso y de la dirigencia estatal de su partido pero no se lo permitieron, así que no le está quedando de otra que compartir créditos con sus opositores internos (también intervino en la sucesión rectoril de la Universidad Autónoma de Chihuahua con escasa fortuna).
Esa personalidad controladora que despliega el señor gobernador electo por donde quiera que anda lo tiene inmerso precisamente en un fuerte conflicto interno con los actuales manejadores del PAN estatal y aún del PAN chihuahuita, que obtuvieron los 100 mil votos logrados por Corral para que derrotara a Enrique Serrano.
Mario Vázquez, la alcaldesa electa María Eugenia Campos, el aún coordinador parlamentario del PRI en el Congreso César Jáuregui Moreno y los dhiacos–yunques saludan muy bien y hasta palmean a Corral cuando lo encuentran o cuando se ven orillados a negociar con él o con sus operadores, pero son peor que los matrimonios por conveniencia, no hay ni confianza ni cesión voluntaria de espacios.
Es previsible, por otro lado, que la conducta y personalidad enérgica del nuevo régimen vaya más allá de las palabras y de los acuerdos diplomáticos, por decirlo de alguna forma.
El jueves hubo zipizape en el Congreso del Estado cuando un fuerte grupo de manifestantes ingresó hasta el salón de sesiones e impidió por la fuerza la aprobación de un tema polémico: la creación de la Judicatura estatal.
Entre los protestantes aparecieron figuras alineadas claramente con Corral Jurado, desde la constitución de la Alianza Ciudadana que le prestó recursos humanos y membretes para la precampaña y campaña electoral.
Lo mismo ocurrió con la mano atrás de la violenta manifestación en Palacio de Gobierno que milagrosamente no derivó en pérdida de vidas humanas, aunque los destrozos en el edificio gubernamental aún permanezcan en puertas y ventanas de la planta baja del inmueble.
Es innegable que el carácter fuerte de Javier Corral no solo se hizo presente para enfrentar a una maquinaria pesada como la que tenía desplegada en sus filas el gobernador saliente, César Duarte, derrotarla durante la jornada electoral y ponerla fuera de circulación quizá para siempre.
Antes de eso le pasó la maquinaria por encima justamente al PAN estatal para hacerse de la candidatura a gobernador. Desde Chilangolandia arrebató a sus correligionarios aldeanos la nominación, igual como lo hizo no hace mucho tiempo para conseguir su escaño en el Senado de la República.
La famosa bursatilización no ha llegado a buen puerto para la administración saliente, no porque los actuales administradores se hayan tirado a dormir; al contrario, tanto el gobernador Duarte como el secretario de Hacienda, Jaime Herrera, y sus respectivos equipos, han gozado de buena fama para operar asuntos de ese y mayor tamaño en tierras centrales, pero esta vez de nuevo Corral Jurado se impuso con mayores alcances que han impedido el aterrizaje de esos créditos con cargo a los ingresos carreteros. En estos momentos quizá el electo haya aflojado la presión (no se sabe a ciencia cierta, porque ni los entrantes ni los salientes han sido claros con el manejo informativo correspondiente) pero fue quien detonó un trepidante cuestionamiento inicial.
El gobernador electo también hizo caminar a los jerarcas de la Iglesia católica desde sus diócesis hasta su propia residencia, y sostener un encuentro que para los prelados no debió ser cómodo porque la reunión no se dio en terreno neutral; vaya, ni siquiera en terreno institucional, sino dentro de una propiedad particular, la propiedad del gobernador, quien también se dio el lujo de llevar como sus invitados especiales a varios sacerdotes que de por vida han sido críticos de sus jefes los obispos. Al sartén… por el mango.
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Repite Mirone que la vida en Palacio de Gobierno girará en torno al nuevo gobernador, alrededor a sus decisiones. ¿Podrá solo con el paquete?
Aquí es donde entramos el análisis sobre la personalidad de los principales colaboradores de Corral Jurado. ¿Tienen contextura intelectual para actuar con la suficiente libertad para impedir freno a las acciones de Gobierno por esperar la orden del jefe? Aportará Mirone los principales nombres, pero las respuestas corresponden a nuestros lectores, por lo pronto.
Cinco hombres y una mujer son los que ha presentado Corral Jurado como sus principales colaboradores en materia administrativa y política.
Al mismo nivel, pero con características muy distintas entre sí, tenemos al virtual secretario general de Gobierno César Jáuregui Robles y al nuevo jefe del equipo de transición e inminente coordinador de gabinete (o algo así) Gustavo Madero Muñoz.
Luego está en el área política el eventual presidente del Comité Directivo Estatal del PAN Fernando Álvarez Monge y la presidenta del Congreso del Estado Blanquita Gámez.
La izquierda en el equipo corralista es encabezada por Víctor Quintana Silveyra; en su entorno operan Jaime García Chávez, Gabino Gómez y Lucha Castro, que vienen de múltiples candidaturas del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
En el renglón administrativo no tiene competencia Arturo Fuentes Vélez, un viejo panista bastante institucional que está a cargo de la Secretaría de Hacienda en el equipo de entrega–recepción.
Debe agregarse la voz que corre tanto en el interior del PAN como en el equipo de transición y algunos sectores de la sociedad: el papel protagónico que está teniendo en algunos temas la hermana del gobernador electo, Lety Corral. Es impensable hasta ahora que sea colocada en alguna área de Gobierno, pero se considera de que su influencia será importante.
La Secretaría de Educación parece decidida en la figura del empresario Pablo Cuarón Galindo; la Fiscalía General no se ha definido e igual están otras áreas también neurálgicas. Podemos, sin embargo, aseverar de nuevo que los mencionados y las mencionadas gozan hasta ahora de la mayor cercanía y entendimiento con el gobernador electo, pero falta por saber si defenderán su trabajo en equipo o seguirán dejando todo en función de órdenes verticales.
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P.D. En el Partido Revolucionario Institucional (PRI) unieron ayer fuerzas los exgobernadores Patricio Martínez, José Reyes Baeza y el excandidato a la alcaldía Héctor “Tetito” Murguía para impulsar a la diputada electa Adriana Fuentes Téllez como la coordinadora parlamentaria del PRI en el Congreso del Estado. Buscan echar abajo la intención del duartismo porque sea designada Karina Velázquez.
Esta decisión en pro de Fuentes intensificará el conflicto interno en el tricolor. Patricio se abre contra César Duarte; también “Teto”, que no alberga duda alguna sobre la supuesta traición del aún gobernador a su causa por la alcaldía, y Reyes Baeza no hace más que dar la puntilla al ballezano, con quien mantuvo pelea casi todo el sexenio.