“Quien se sienta en esta silla pierde la cabeza…”, esta es la frase que el presidente municipal, Armando Cabada, ordenó escribir en una cinta amarilla tipo resguardo escena del crimen o preventiva diversa. Es una expresión sugerente, no literal, pero en sentido afirmativo sin lugar a más interpretaciones.
Los ocupantes de esa silla acaso fueron Héctor González Mocken, Enrique Serrano, Teto Murguía y El Cuchi Cuchi Reyes Ferriz. Más hacia atrás fueron panistas los alcaldes y seguro usaron otra silla, pero no es el caso irnos tan lejos para ir centrando el tema que nos ocupa este domingo de merecido relax, de El Puente, El Bombero, o donde quiera que pueda el estómago cargarse de triglicéridos.
Por fortuna ninguno de los exalcaldes priistas perdió literalmente la cabeza ni Cabada se refirió en específico a ello, aunque tampoco el sentido metafórico quite morbo ni carga opresiva hacia sus antecesores, porque el objetivo, también innegable, es decir que la silla los volvió loquitos, o locos a secas. En un par de años –o antes– sabremos si era la silla que transmitió los fatales virus neuronales a los señores expresidentes o es el mero cargo. Otro caso para Freud, diría el Arjona irreverentemente genial.
Efectivamente Cabada se refiere así al estado mental deplorable en el que quedaron al menos los últimos exalcaldes jefes del Ayuntamiento juarense que ocuparon la susodicha silla.
Afirma que perdieron la cabeza no poquito, sino totalmente; es decir, terminaron más locos que un cerebro con dos botellas de tequila o un carrujo completo de hierba; en este caso, como producto del ejercicio del poder público, al que muchos han llamado enajenante con expresiones como anda arriba del ladrillo, o anda en las nubes… o se ha deschilucado, la palabra que usa el asesor principal mironiano.
El hecho llevado a cabo por el nuevo presidente municipal, con la colocación de esa cinta, no pasa de un intento de broma de dudoso gusto que no tuvo el objetivo de demostrar científica o técnicamente que han perdido la cabeza los que ocuparon esa silla ahora dada de baja del inventario municipal, sino solamente llamar la atención de manera sensacionalista para señalar con ese índice de fuego a quienes han pasado por la jefatura del Ayuntamiento y propiciar los aplausos del respetable como si se tratara de un espectáculo artístico.
Es un acto simple y llanamente propagandista con todo el estilo que le funcionó a El Bronco neolonés para hacerse de la gubernatura de Nuevo León por la vía independiente, pero tan perecedero que para el ejercicio real de gobierno deja de servir hasta como terapia social. La risa dura poco. Ahora los neoloneses no se ríen de Jaime Rodríguez, se enojan porque la problemática de fondo continúa sin solución.
Abrir las puertas del despacho principal de la alcaldía durante el primer día del régimen independiente para exhibir la famosa cinta y presentar esa acción como una de las primeras de Cabada al tomar el mando no deja entonces de significar un acto mediático más qué otra cosa. La pregunta es ¿por qué?
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Chuy Cabada, hermano de Armando, es su principal asesor personal, pero no lo es en el terreno político ni menos en el plano mediático, porque ese es el terreno que domina el hoy alcalde, según su paso de décadas al frente del noticiero del 44.
Le dicen a Mirone, entonces, que la “silla que hace perder la cabeza” fue una idea de los asesores políticos contratados por el edil para continuar nada más y nada menos que su campaña por la reelección en la propia alcaldía.
Es perfectamente entendible su actuación si tomamos en cuenta que el periodo al frente de la Presidencia municipal será por dos años y a que no ha sido legalmente establecido a partir de cuándo se debe separar de su cargo para reiniciar de manera formal su actividad proselitista.
Si hablamos de que la campaña electoral comprende regularmente de tres a seis meses, reiteramos entonces que tendrá sólo un año y medio al frente de la alcaldía, o mucho menos si descontamos sábados y domingos, vacaciones y otros días inhábiles. Esa es la urgencia por usar como suvenir de campaña hasta la silla de El Cuchi Cuchi, Teto, Serrano y González Mocken, todos priistas y todos también conocedores profundos precisamente del calendario electoral y de las circunstancias “distintas” que enfrenta el nuevo régimen municipal para alargar su periodo por tres años más a partir de junio de 2018, cuando se habrá de votar también por presidente de la República, senadores, diputados federales, diputados locales, síndicos y regidores. Indudablemente habrá muchos que no pasen la prueba del añejo para repetir.
El primer aspecto distinto para Cabada es que ya no tendrá a sus principales operadores electorales encabezados por el dueño de El Arrancadero, Leopoldo Canizales, de quien Mirone ha sabido que evalúa la posibilidad de buscar él mismo la candidatura a la alcaldía, inclusive a través de su propio partido, el PRI.
Polo renegó de la decisión que tomó el tricolor por mandar al ajonjolí de todas las elecciones, Teto Murguía, como aspirante a la alcaldía por enésima ocasión.
Miles de priistas se fueron junto con Canizales para apoyar al independiente, pero están listos para regresar a casa una vez asegurados que Murguía no volverá a ser ni presidente seccional. Le pusieron varias toneladas de cemento a su tumba para que no se levante ni en película de las viejas glorias de la lucha libre mexicana.
Y efectivamente, Teto no revive, al menos no por la vía de las urnas, pero su voto duro sigue rebasando fácilmente la cifra de los 100 mil que ni en pesadillas heredaría a Armando, sino a aquel priista, panista, independiente o lo que sea. Ya no habrá César Duarte que lo hechice de nuevo y de nuevo lo traicione.
También será distinta la nueva posición que adopte la jefa Victoria Caraveo Vallina, que pasó de activista social a la política partidista como candidata del PAN a la alcaldía. Ella tiene una reserva de 62 mil votos que bien pudiera utilizar nuevamente por Acción Nacional o por la vía independiente.
Mirone coloca los votos de Caraveo como obtenidos por ella solita debido que el PAN no apoyó en los hechos su candidatura, porque el respaldo partidista fue previamente negociado para Cabada; prueba de esto es que terminó como funcionaria pública del régimen independiente la excandidata a la sindicatura por el mismo Acción Nacional, Flor María Cuevas, a quien Vicky ubica como una de las principales traidoras a la causa por la alcaldía. En esa lista aparecen también Ramón Galindo y Carlos Angulo, hoy flamantes funcionarios del Gobierno estatal.
En ese contexto debe ser registrada la nueva relación entre el hoy gobernador, Javier Corral, y el alcalde, Armando Cabada.
Ambos se dejaron ver públicamente muchas veces en campaña. Quedó claro el respaldo del mandatario a la candidatura independiente por mucho, aunque también en público refrendara su apoyo a Victoria; en los hechos ella no recibió ningún plus que pueda llamarse siguiera decente.
Hoy las cosas entre Cabada y Corral son por completo distintas, debido a que el presidente municipal nombró al policía de César Duarte, Jorge González Nicolás, como secretario de Seguridad Pública. La molestia profunda del gobernador quedó manifiesta sin mayor discusión con su ausencia a la toma de protesta de Armando como alcalde.
Esto significa entonces que si había pocas posibilidades de que nuevamente Corral apoyara a Cabada en la reelección, porque en año y medio al gobernador le conviene tener sus propios candidatos a diputados, a síndico, y por supuesto a alcalde, originados desde las filas del PAN, con ese distanciamiento la posibilidad aparece esfumada.
En el propio contexto Nicolás como nuevo integrante de la estructura de primer nivel en la alcaldía debe incluirse como factor del análisis respectivo una buena cantidad de nombramientos como agentes muy cercanos –inclusive empleados– de varios patrocinadores de la campaña del nuevo edil y la consecuente crítica que ello ha provocado.
De ninguna manera debe darse por muerto tampoco el factor PRI, porque el tricolor juarense –ya lo dijimos– no es solamente Teto ni es el repudiado duartismo –o duartato, como fue llamado alguna vez–, lo sigue siendo el propio Polo Canizales y el ahora expresidente municipal Javier González Mocken, que está anotado desde ya como precandidato. Terminó bien calificado.
También está la diputada local Adriana Fuentes, que supo deslindarse muy oportunamente de Duarte; el diputado federal Fernando Uriarte, al que puede catalogarse –o no– como duartista; por supuesto la senadora Lilia Merodio, que ahorita anda concentrada en conseguir la dirección estatal del PRI, porque ello le facilitaría la candidatura a la alcaldía.
Aún suspira por la nominación otro de los apoyadores y hasta compadre de Cabada, Víctor Valencia de los Santos, que sin dudarlo enfrentaría al independiente si su partido por fin le paga las muchas sacrificadas hechas durante varios trienios en ese mismo propósito.
En el lado específicamente panista están oliendo la oportunidad desde hace meses el sempiterno anotado por la alcaldía, Carlos Angulo, y el representante del Gobierno estatal, Ramón Galindo, inscrito en esa posibilidad, y también en la posibilidad de la senaduría, junto con el jefe de gabinete de Corral, Gustavo Madero, hoy desterrado de Chilangolandia por el cuervito que le sacó los ojos, Ricardo Anaya.
Los asesores de Armando y el propio alcalde conocen entonces al dedillo todo eso; de ahí el apuro no únicamente por publicitar aquellas acciones de gobierno que le vayan poniendo fuerza a la imagen del también candidato, sino chistes y bromas como el de la silla que hace perder la cabeza, al menos no incluyó el escritorio, o la mesa.