¡Vaya! Por fin Pancho Barrio se subió las mangas de la camisa y se puso a chambear. En un momento de suicidio partidista juarense, tomó el exgobernador las siglas del PAN y las jaló hacia tierra firme cuando iban en picada por el desfiladero de la derrota total.
Jorge Espinoza ya había escrito su carta póstuma ante un compungido y solidario reportero de NORTE que debió grabar palabra por palabra las razones del dirigente blanquiazul para escapar por la puerta falsa del mundo político, sin importar que las cenizas de la deshonra cubrieran al blanquiazul fronterizo en los días, meses y años subsecuentes. Trascendió que fue seducido por agentes del PRI expertos en hacer pecar hasta al más santo.
Hubo lágrimas de por medio. Jorge lloró su íntima, su fatal decisión. Compartió con el periodista el dolor, la impotencia, la rabia en su pecho anidada contra el jefe estatal partidario, Mario Vázquez.
Se dolió por la vida disoluta de su jefe partidario, se lamentó por la falta de apoyo económico, deploró la falta de convites a changarros gastronómicos de fama… La verdad –cree Mirone– vio caerle el mundo encima el 7 de junio.
–Ponte buzo reportero –recomendó por ello Mirone–, no son las lágrimas genuinas de cristal, de los Carreón; ni tampoco de la “pobre barca que en lágrimas se ahoga” de Lope, ni mucho menos “las lágrimas que son la sangre del alma”, de nuestro santo predilecto, San Agustín. No.
La política no es poesía ni es canción. El que quiera eso que se lance a Sounds o a la biblioteca de la UACJ. Espinoza pudo ser y sonar auténtico en el momento de dictar su carta mortuoria al reportero, pero si el domingo que se desahogó con él sus lágrimas eran auténticas, horas más tarde quedaron reducidas a frías lágrimas de cocodrilo.
Los panistas de peso disuadieron a Jorge de no jalar el gatillo ni aventarse por el precipicio porque –le insistieron– la pérdida no sería una, sino muchas, muchísimas. Por conveniencia lograron bajar el arma, le quitaron la bala y la guardaron por lo menos hasta después del 7 de junio. Después que se dé varios tiros, no hay problema, dicen algunos panistas fúricos con “el caprichudo loco”.
En Chihuahua capital se daba de golpes frente a la pared quien dirigió la batida contra crucistas y corralistas para abrir de par en par las puertas de la dirigencia municipal al completo desconocido que era Espinoza en ese momento. César Jáuregui pronunció durante la elección un vigoroso discurso rebosante de “virtuosismos” sobre Jorge, que ni el propio Jorge conocía. La traición, pues, era inimaginable, estaba por completo descartada.
Indudablemente el protagonista principal del dramón es Pancho Barrio, quien está saliendo cada vez más de su refugio dorado para regresar al PAN algo de lo mucho que el partido le regaló.
Unió el exgobernador a los líderes juarenses blanquiazules, entre todos le secaron las lágrimas a Jorge, y bajo la promesa de que le darían unas nalgadas –políticas– a Mario Vázquez, lo convencieron de no irse por lo menos ahora. Vázquez estuvo en Juárez para la foto de grupo pero, al igual que Espinoza, no dio ni recibió perdón sincero.
Ese es el pragmatismo por el poder. Los panistas de repente entienden que los escándalos internos sólo producen derrotas electorales.
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Mario Vázquez es duro de entendederas. Es el de la razón absoluta. Pero le gusta la buena vida. Las mieles del poder lo mantienen en el cielo, lo subyugan, aunque no sean mieles vírgenes, sino de polen transgénico.
Ha conseguido los espacios que mantiene hoy, no por su pedigrí azul ni por su nivel político, sino por su facilidad para conseguir buenos mecenas cerebrales, como lo fue en su tiempo Cruz Pérez Cuéllar y lo es hoy César Jáuregui. Ellos le prestaron el talento necesario para ser electo y reelecto. Sus acompañantes operadores en el viaje son del Dhiac–Yunque y otras ramas de la ultraderecha que han tenido altibajos por todo el estado.
El esfuerzo de Barrio por que el caso Espinoza no se convirtiera en una baja más para el panismo juarense, regresa al blanquiazul, si no a una posibilidad de triunfo completo en los cuatro distritos electorales, sí en la plataforma que los grupos de poder interno anhelan para llegar al 2016 en mejores condiciones.
Salvo excepciones, los panistas quizá no completen el cierre de filas en lo que resta para 7 de junio, pero solamente una catástrofe electoral los haría buscar una transformación interna completa. Vázquez, el Dhiac, Corral, Barrio, quieren seguir ascendiendo o manteniéndose en el poder y ahora están conscientes de que por el momento solo pueden obtener resultados en el PAN, no frente el PAN. No aspiran a una regiduría o una alcaldía en Chínipas, están convencidos de que pueden con la Gubernatura, negociada o no, pero la Gubernatura.
Basan su optimismo en que los astros de nuevo están alineados a su favor tras pagar caro el costo de los 12 años de mal Gobierno federal administrado por sus correligionarios Fox y Calderón.
Ahora consideran como enorme la ventaja ocasionada por los traspiés de Peña Nieto y las supuestas bajas evaluaciones ciudadanas al gobernador César Duarte y al alcalde Enrique Serrano.
Luego de contener los ímpetus sospechosamente lacrimógenos de Espinoza, los dirigentes de Acción Nacional dieron luz verde a sus militantes en la capital del estado para apoyar a Corral y García Chávez en la protesta contra Palacio de Gobierno en la sede de la Secretaría de Hacienda.
Mera conveniencia electoral. Mario Vázquez y Corral sostienen abismales diferencias que han llegado a lo personal, pero ya concluyeron que una alianza con el PRI, secreta o pública, únicamente les produciría migajas. Y una mayor confrontación entre ambos facilitaría la permanencia del tricolor en el Gobierno. El hilo conductor entre ambos sigue siendo el coordinador parlamentario panista en el Congreso del Estado.
El Movimiento Ciudadano por sí solo no concentra más de tres chícharos que en sus protestas solo se exponen a la agresión y al ridículo político (lamentable, pero objetivamente así es). Muy distinto es cuando el PAN abre la llave de sus militantes y participan por cientos, como fue esta semana.
Sigue llamando la atención la también convenenciera administración que hace de sus recursos humanos Morena en esas manifestaciones. Los barzones, los frentes campesinos, etc., son organismos movidos por el dirigente estatal Víctor Quintana, pero hasta el momento no han hecho una real demostración de fuerza en la Unión Ciudadana más allá de la presencia marginal de Quintana.
Hay un histórico rechazo del blanquiazul hacia las alianzas con la izquierda pero también hay antecedentes de excepciones que pudieran repetirse. De la relación de Corral con el Frente Democrático Campesino surgieron Vázquez y otros; después se dio lo impensable: una alianza del PAN con el PRD, de donde obtuvo una diputación local precisamente García Chávez. Hoy siguen de la mano Corral, Quintana y García Chávez, pero quién dice que a la vuelta de junio no se sumen los actuales dirigentes panistas, y después Mario Mata y Juan Blanco, o el mismísimo Gustavo Madero, que ya perdió todo escrúpulo doctrinario, si es que alguna vez lo tuvo.
Tras cumplir la promesa de respaldar a Unión Ciudadana, el blanquiazul también elevó el tono contra Palacio en el Congreso del Estado durante la misma semana. César Jáuregui, experto en pensar como Palacio, detonó un tema que golpea en su centro la sensibilidad tricolor en su manejo de la seguridad pública: exigió suspender de sus funciones e investigar al director de la Policía Municipal de Ciudad Juárez al ser acusado de mandar matar al teniente coronel Julián Leyzaola.
Fue un tema que la mayoría priista en el Congreso no esperaba. La Fiscalía General del Estado ya iba tranquila con el cuadro armado para que los detenidos por el atentado se mantuvieran en la línea inverosímil de la hermana agredida. La reacción tricolor fue del tamaño del golpe recibido: esperaron solo un pretexto para abandonar la sesión de plenos.
No habrá tema semejante que los panistas en adelante no usen para debilitar a Palacio de Gobierno y al PRI, en ese orden. Es casi imposible que la relación siga siendo igual entre los tocayos, los Césares, Duarte y Jáuregui. A lo largo del sexenio todo ha sido miel y dulzura entre ambos. Literalmente puro jijiji y jajaja aderezado con algunos buenos acuerdos.
La intención por seguir la fiesta en paz puede existir, pero las circunstancias que los rodean los conducen al callejón sin salida de la confrontación, aun ante una cada vez más remota negociación de dos.
El gobernador y su equipo se quieren seguir de frente, los priistas de gran poder opositores al duartismo siguen haciendo esfuerzos sobrehumanos para enviarlos a descansar una vez terminado el baile del sexenio; y las intenciones de los grupos panistas de peso van encaminadas a rifársela exclusivamente entre azules (con la salvedad mencionada de Morena) para dejar el pastel solo en ese círculo.
Se ha insistido en que el resultado electoral del 7 de junio será la bola de cristal que les despeje a todos muchas dudas para tomar decisiones, pero al menos en el asunto que nos ocupa –el ánimo panista– no hay duda de que mantienen una especie de revelación divina sobre el 2016, y que la seña recibida es precisamente lo que ven como una exhibición de inseguridad y debilidad de Palacio: el intento por obtener la minigubernatura de dos años ahora rechazada de forma categórica también por empresarios de todo el estado, con mayor énfasis por empresarios de Juárez, incluida la industria maquiladora.
Así como vimos a Barrio rescatando a Espinoza, así veremos en adelante otros hechos similares y de mayor contundencia. Insiste Mirone, nada que ver con moralidad, ética ni buenos modales, sino con búsqueda plena del poder.
Visita de Camacho y la insistencia en el voto duro
El sistema PRI echó ayer las campanas al vuelo y auguró carro completo en los nueve distritos electorales el próximo 7 de junio, confiado en que la movilización del voto duro, por medio de la organización territorial, le garantiza votos suficientes para alzarse con el triunfo.
Desde los candidatos a diputados federales, pasando por el gobernador César Duarte y su tocayo, el líder nacional priista César Camacho, todos le apuestan a la movilización, para obtener la mayoría tricolor en la Cámara de Diputados, y con ello el refrendo tácito a la gestión del presidente Enrique Peña Nieto.
De ahí que la visita de Camacho haya pasado primero por una convocatoria cerrada, que reunió a los empresarios de Juárez, el viernes por la noche en la casa de Jaime Bermúdez, observada por los aspirantes a la Gubernatura del próximo año, y luego en la mañana durante un desayuno con los llamados padrinos distritales, del Gobierno estatal y municipal. En la cena estuvo Teto Murguía, pero ya en los eventos de ayer, cero; tampoco el exalcalde de Chihuahua capital y también precandidato a la Gubernatura, Marco Quezada. Se dieron vuelo en el avión del dirigente nacional tricolor las precandidatas y precandidato al 2016, Lilia Merodio, Graciela Ortiz y Enrique Serrano.
Aquí hubo apapacho a los seccionales del tricolor en el hotel El Paseo, el lugar favorito del Gobierno municipal, mientras que en la capital fueron más institucionales, al utilizar el tradicional gimnasio San Pedro, del Comité Municipal tricolor.
En los discursos nada nuevo: que Chihuahua es referente nacional por haber logrado en un corto plazo la pacificación y la recuperación económica, lo que según el gobernador Duarte ha producido amargura entre sus adversarios políticos, por lo que despliegan guerra sucia contra los logros de los gobiernos priistas.